Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

Mi gran equipo griego

Mi gran equipo griego
Mi gran equipo griego
Mi gran equipo griego

Está la Grecia de la crisis, sumida en la oscuridad de la troika, del gobierno de Tsipras y de los presidentes de clubes paseando su pistola por los campos de fútbol; con una mala leche bien retratada por el nuevo cine griego de Lanthimos y cía. Y, frente a ella, está la idealización de Hollywood, que venía de la imagen de simpático vividor de Anthony Quinn en Zorba, el griego y acabó desembocando en el azul mediterráneo alicatado hasta el techo de Mamma Mia! Sin embargo, hay otra Grecia, un tercer país hecho de ambas: la de los emigrantes, la de las cenefas jónicas en los vasos de café para llevar en los delis de Nueva York, la que se cortó los apellidos largos, una Grecia a medio camino entre la dura realidad de los currantes desarraigados y la evocación popular del recuerdo que en su versión dulcificada desembocó en Mi gran boda griega, pero que, antes, se llevaba mejor con un dramón grasiento como Frankie y Johnny (Garry Marshall, 1991).

Aquel bullicioso restaurante pre Nia Vardalos al que llega Johnny/Al Pacino, que acaba de salir de prisión, en busca de trabajo de cocinero, y en el que Frankie/Michelle Pfeiffer es camarera, está lleno de fotografías colgadas de alineaciones clásicas del PAOK de Salónica, el equipo blanquinegro con escudo de águila bicéfala, el orgullo del Norte.

Este homenaje es fruto de una doble emigración, porque el PAOK lo fundaron los griegos que huyeron de Constantinopla y se instalaron en Salónica, muchos de los cuales, como Nick (Héctor Elizondo), dueño del deli de la película, volvieron a buscarse la vida lejos, esta vez en EE UU. El asunto es que ni la distancia ni el sueño americano pueden con el fútbol: Nick lleva el brazo en cabestrillo y Pacino le pregunta cómo fue: “Fútbol (Soccer). Adoro el fútbol. ¿Tú juegas al fútbol?”, le espeta Nick. “No, yo juego al balonmano”, le contesta Johnny. “¡Bah!”, termina la conversación el griego futbolero, con un desprecio que se escucha hasta en las tribunas de La Tumba, el estadio del viejo PAOK, el equipo que alimenta el orgullo de los emigrantes griegos del cine.

*Texto sobre Frankie y Johnny (EE UU, Garry Marshall, 1991) para la revista Panenka #74

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