OPINIÓN

La guerra de la cocaína: Rambo vs Pablo Escobar

La guerra de la cocaína: Rambo vs Pablo Escobar
La guerra de la cocaína: Rambo vs Pablo Escobar
La guerra de la cocaína: Rambo vs Pablo Escobar

Hay cosas que nunca pasan de moda, como el fútbol o la cocaína. Tanto nos gusta en España que dudo que haya un país que se haya flipado más con Narcos. No pasó lo mismo con esta producción de 1985, Cocaine Wars (Hector Olivera) que nos cuenta una historia parecida… pero pasada por el tamiz del Rambo cutre 80s, uno de nuestros subgéneros favoritos que hoy volvemos a visitar.

Como bien sabemos, la filosofía de Roger Corman era la de explotar cualquier moda o titular que él sintiera era del interés del público americano. No era de extrañar que, ante la alarma social reaganista por el consumo de drogas en los 80, y las constantes noticias de las hazañas de Escobar y otros señores del narcotráfico, se le encendiera la bombillita. Una peli dedicada a esa guerra contra la droga de la que tanto se hablaba.

Así que, aprovechando la colaboración ya en marcha con la Aries Cinematográfica Argentina, dio luz verde a esta peliculita. COMO CASI SIEMPRE, lo mejor es el cartel, que nos promete un festival de acción mucho mayor que lo que obtendremos de esta plomiza película.

En La Guerra de la Cocaína visitamos la exótica y corrupta tierra de… LAS PALMAS. No de Gran Canaria, si no de Sudamérica. Una mera coincidencia, amiguetes canarios: no os enfadéis con los responsables de la cinta. Al menos, no aún.

Allí conocemos a Gonzalo Reyes (¡el mismísimo FEDERICO LUPPI!), un señor de la que hace y deshace a su voluntad. Tiene varios campos dedicados a la producción de cocaína donde cualquier despiste puede provocar que te maten. Por ejemplo, ahogándote en un cubo con productos químicos peligrosos. No solo te ahogan: además te desfiguras. MUERES FEO.

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Encima está apoyado por un general rebelde que le da apoyo militar, el general Luján. Juntos son los putos amos del país. Pero hay una serpiente en su paraíso: Cliff, un agente de la DEA infiltrado como traficante y guerrillero. Este es John Schneider, alias el padre de Clark en Smallville, aquí con pinta de ir fumao todo el día y con bigotazo rubio. Igual os suena de algo ese look.

Este país sudamericano es algo así como la tercera temporada de The Wire: la peña vende sacos de cocaína, armas de fuego, hay prostitución y peleas de gallos en plena plaza del pueblo, sin que a nadie le importe una mierda.

Esa misma noche, el yanqui asiste atónica a una manifestación a favor de Marcelo Villalba, un político sociata que tiene como meta principal combatir el narcotráfico en la zona. El futuro presidente advierte: van a ir a por Gonzalo Reyes y el general Luján.

Politico

Por si fuera poco, la novia de Cliff, periodista, llega al país para escribir un artículo sobre Reyes. El traficante está hasta los huevos de tanta gente pululando por ahí, así que manda matar tanto al político como a la periodista. Y aunque el americano trata de ayudarlos, se ve incapaz de frenarles.

Finalmente, Reyes descubre a Cliff, que es secuestrado junto a su novia y finalmente, torturado. ¡Y que nunca nos falten esas escenas de tortura en las películas de acción! Pero siendo un súper agente del gobierno americano, no tardará en escaparse.

Ahora es la hora de la venganza. Rota su tapadera y con su novia en poder de los villanos, Cliff se convierte en el protagonista de Commando (la peli o el videojuego) y se dedica a aniquilar a todo el ejército de narcotraficantes a disparos de ametralladoras, bombas, granadas y lo que encuentre por ahí.

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Por supuesto, no falta una escena con gente ardiendo. Cualquier largometraje mejora cuando aparece gente ardiendo. ¡Y hasta algún electrocutado! Que aprendan los de Narcos: no hace falta 20 episodios de investigación, solo un americano cabreado para acabar con los grandes capos de la droga.

A pesar de ser plomiza y ramplona, la película tiene especial interés para los argentinos, como hemos señalado. No solo se rodó en Don Torcuato, además cuenta con varios actores argentinos de talento. Y detrás de la cámara se colocó el propio Olivera, propietario de la ya mentada Aries Cinematográfica . La productora argentina ayudó a sacar adelante varios films con Corman a un recudido presupuesto, cosa que aún se recuerda bastante en el país hermano. A nosotros el que más nos gusta es DeathStalker II, pero esta fue la única que llegó a los cines de su propio país.

El señor Olivera ha admitido posteriormente que los films que dirigió para Corman son un bodrio. Pero creo que es un poco duro con su trabajo. A ver: La guerra de la cocaína es, efectivamente, un bodrio, pero al menos es uno simpático. Puede que no sea el papel de Federico Luppi, pero está bastante bien haciendo de capo de la droga, y la última media hora, con la tortura y posterior venganza a lo Rambo del bueno, mola bastante.

Tras una primera hora aburridilla, esta traca final justifica el visionado de la cinta. Y también ese maravilloso póster: es un despliegue de violencia al servicio de la libertad tan válido como el de cualquier otra serie B de la época. Si hasta tenemos un inserto del malvado narcotraficante quemándose en su destino final… como arderá en las llamas del infierno por corromper al mundo libre con su diabólica cocaína.

No os droguéis tanto, chicos. Que luego viene John Schneider y os mata.

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