OPINIÓN

'Kidboxer Robocop': cuando a los chinos se les va la olla

'Kidboxer Robocop': cuando a los chinos se les va la olla
'Kidboxer Robocop': cuando a los chinos se les va la olla
'Kidboxer Robocop': cuando a los chinos se les va la olla

Me van a disculpar si no estoy para nadie las próximas semanas, pero me dispongo a vivir sumergido en el mundo de la productora IFD, su jefazo Godfrey Ho y sus películas de ninjas lacasitos, de mil colores. Porque ya podéis adquirir vuestra copia del que es para mí uno de los libros del año: Golden Ninja Operation: los secretos de la IFD y la Filmark, a cargo del mayor experto mundial en este tema, el señor Jesús Manuel Pérez Molina. Hay que estar muy zumbado para consagrar tu existencia a ordenar y catalogar los datos de los cientos de peliculones e infrafilms (que de todo tenían) de las dos productoras. El amigo Jesús, como hizo su tocayo bíblico, se ha sacrificado y ha dado su vida para que los fans del cine chungo podamos disfrutar de semejante obra magna.

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Entre las obras que desglosa hay clásicos del WTFismo como Robovamp o Scorpion Thunderbolt. Pero la que me trae loco últimamente es una de esas locuras que produjo en su última época y cuyo título español (de Argentina) me parece lo puto mejor: Kidboxer Robocop. Ojo, KIDboxer, para que mole más y quede más cutre. Repetidlo en casa. ¡Decidlo en voz alta! ¡Gritadlo!

¡KIDBOXER ROBOCOP!

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FUCK YEAH!

Eran dos de las cosas que más molaban del mundo en los 80 y que hacían que uno pudiera morir por flipamiento. Por un lado, el policía robot de Verhoeven, su recreativa y su juego de Spectrum; por otro lado, el taquillazo de Van Damme con música de Stan Bush. Solo los de la IFD podían juntarlos. Y como siempre, lo hicieron desde la falta de escrúpulos, las ganas de sacar perras fáciles y la búsqueda del engaño al espectador. Como nos gusta aquí, sí señor.

El film tenía títulos menos espectaculares en otros mercados, tales como Robo-Kickboxer o la menos espectacular (pero igualmente engañosa) Rings Untouchable. En todo caso, la figura del cyborg boxeador presidía los carteles. No cabía el engaño.

La película arrancaba a lo grande... ¡efectivamente, un kickboxer se enfrentaba con Ro... con un tío con casco de moto y traje plateado! Vale, no era Robocop, pero llevaba guantes de boxeo, lo que indicaba que estaba en combate. O sea, que el prota humano iba a darse de hostias con un justiciero blindado, como prometía la carátula, y como podéis ver en este imprescindible vídeo.

Cuando algo es demasiado bonito para ser verdad, suele resultar ser mentira. Me pasó a mí cuando me ofrecieron un trío y también pasa aquí. El combate resulta ser... UN SUEÑO. Y el Kickboxer Robocop no hace aparición más que al principio y el final. Godfrey Ho nos la ha vuelto a jugar, 27 años después de lanzar la película. Como diría mi amigo Armabot... ¡UN TIMO!

¿Y de qué va de verdad esto? Pues es, UNA VEZ MÁS, el acostumbrado corta-pega de films. Repetimos el esquema que ya os contamos por aquí: se pilla una peli filipina de prisiones, se añade una trama con unos actores occidentales y robocops para darle atractivo de cara a las ventas a occidente y hale, a hacer caja.

En este caso, al menos se intenta combinar mejor los dos metrajes que en otras ocasiones. Jack, luchador protagonista, acaba en la cárcel por tráfico de drogas. La misma cárcel donde los filipinos de la otra cinta perpetran un plan de fuga. Estos se escapan, los occidentales se escapan y todos los evadidos van dando vueltas y haciendo el tonto por ahí. La pareja protagonista, uno blanco y otro negro, resultan ser extremadamente gilipollas, dispuestos a zurrarse entre ellos por cualquier pullita. En un momento están riendo como amigotes y en otro están dándose de hostias con palas. Cualquier día se matan y uno suelta un "estábamos de coña".

El clímax del film devuelve a Jack al ring: todavía en deuda con la mafia, accede a luchar por última vez en un publicitado combate que tendrá lugar en... una sala a oscuras. Los mafiosos apuestan por él una fortuna, y para asegurarse la victoria, le ponen hasta arriba de drogas cual español de marcha un finde.

Son estas drogas las que le hacen delirar y confundir a su oponente, que evidentemente es otro desgraciao, más humano que comer por gula, con el cutre-roboop de la carátula. En su estado febril, Jack hincha a hostiones a su tecnológico (y ficticio) contrincante y ganan los buenos. O casi, porque sí, el protagonista queda limpio de deudas... ¡pero los mafiosos se han forrado a su costa y les ha salido todo bien!

Rings Untouchables podría haber sido el más memorable de los lanzamientos de la IFD. En algunos aspectos, está entre sus producciones más "cabales": la fusión entre las dos películas no es TAN super chapucera como otras veces y la inclusión de la ridícula premisa del combate se justifica con las alucinaciones del protagonista. Nosotros no podemos sino lamentarnos ante tal ataque de vergüenza: tras los locurones de cosas como Contraespionaje en la jungla, nadie se iba a escandalizar con los desconcertantes menjunjes del señor Godfrey Ho. Qué hostias: si hoy en día alguien le dedica un libro, es precisamente por ellas.

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