Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

El perico de 'El rey tuerto'

El perico de 'El rey tuerto'
El perico de 'El rey tuerto'
El perico de 'El rey tuerto'

–"Ya sé de qué te conozco... ¡De la Peña Espanyolista Manigua!".

–"No, yo de fútbol no..."

El rey tuerto (Marc Crehuet, 2016)

Me lo tomé con humor. Fue un buen (nunca mejor dicho) golpe. Localista, de poco recorrido, para connaisseurs, aunque no sé si los puristas me dejarán aplicar este término a los futboleros, y concretamente, a los pericos. Pero cachondo. Que el personaje agresivo, basto, poco cultivado, un agente antidisturbios (extraordinario Alain Hernández) que dejó tuerto a un manifestante (también imponente Miqui Esparbé), y que resulta ser un trasunto del –ínclito– mosso de esquadra que destrozó el ojo a una manifestante en la vida real, sea futbolero y aficionado del Real Club Deportivo Espanyol no deja de ser uno más de los múltiples clichés que maneja esta contundente película. Cómo lo dice y en el momento en que lo dice tiene su gracia. El perico de El rey tuerto es además, no sólo el protagonista, sino el personaje clave de la función, el que interpela directamente al espectador. Yo diría que el rey en realidad no es el tuerto, sino el perico.

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Nada que objetar, pues, al uso metafórico y jaranero de los colores blanquiazules para colorear al personaje, a cualquier personaje de ficción. Es la realidad la que debería soliviantarnos. Así que, igual que la película (desde el texto de la obra de teatro) tira de la realidad para crear una reflexión más genérica en la ficción, a mí me gustaría hacer el camino inverso, sosegadamente, desde la ficción a lo real. No es la primera película que utiliza la condición de hincha del Espanyol para presentar personajes marginados o marginales, entre el ridículo y el vacío. Lo hizo Alejandro González Iñárritu con Javier Bardem en Biutiful (alguien debió de contárselo al cineasta mexicano, eso ya me pareció más feo), y lo han hecho Berto y Buenafuente (también con su gracejo) recientemente en El pregón. Es una situación muy parecida a como el cine español ha tratado durante bastante tiempo a los aficionados del Atlético de Madrid (una imagen que inexplicablemente se fomentó desde el propio club, recordemos el himno de Sabina y algunas campañas publicitarias), convertidos en un tópico de perdedores, parados y personajes sin suerte en películas de todo pelaje. Como perico, puedo aguantar bromas y tópicos más o menos afortunados sobre mi condición de aficionado minoritario en las películas, me río a gusto, incluso; pero en la vida real, no es lo que me gustaría ver: ahí es donde duele. La realidad vuelve a superar a la ficción.

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