Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

El partido secreto de Walter Mitty

El partido secreto de Walter Mitty
El partido secreto de Walter Mitty
El partido secreto de Walter Mitty

No había noticias del interés de Ben Stiller por el balón más allá de su pericia como profesional del Dodgeball (llamémosle Balón prisionero o Jugar a matar) en Cuestión de pelotas, peliculón de los que dejan huella profunda. Herida, incluso. De aquella comedia guardamos incluso un cromo que le comparaba a un clásico de la liga inglesa, el pundonoroso jugador del Manchester City y del Everton, Paul Power (vía @OldSchoolPanini). Poco más.

El partido secreto de Walter Mitty

Tampoco de Sean Penn se recordaban goles, al margen de aquel día en que llevó su compromiso político hasta una cancha de Bolivia, donde saltó al campo (jugar es mucho decir) junto a Evo Morales en un partido de fútbol sala, futbito para los amigos. Mal de altura, podríamos decir para exculparle.

El partido secreto de Walter Mitty

A lo que estamos: hacia el final de La vida secreta de Walter Mitty, una de las más redondas comedias de Hollywood en los últimos tiempos, Penn y Stiller (que además dirige) acaban compartiendo pachanga en pleno Himalaya afghano (sí, hay Himalaya en Afghanistán, lo busqué en un atlas que tenía por casa).

El partido secreto de Walter Mitty

Llegados hasta aquí con muy buena onda, nos encontramos una escena de espíritu buenrrollista, perfecta para poner de fondo un temita musical indie y para demostrar: a) que los personajes se han encontrado a sí mismos, y b) que están muy pero que muy comprometidos con la aventura y con la multiculturalidad. ¿Cliché? ¿Fórmula? Tal vez, pero el momento no sería el mismo, no tendría la altura emocional que alcanza sin duda de no ser por la frase que Sean Penn le espeta a Ben Stiller después de anunciarle que él se va a jugar un rato al fútbol allá abajo en la llanura. ¿Cuál es la frase mágica que convierte en oro puro el momento?

"Vamos a ser impares si no juegas"

La peli mola, es un trampantojo vitalista cojonudo, una comedia soportablemente romántica que puede ejercer también de briosa feel good movie, de perfecta película navideña (sin Navidad) y de filme de aventuras en tiempos de la alianza de civilizaciones. Todo bien. Pero si además Ben Stiller completa la pachanga y marca con la zurda, es que esto ya es la hostia.

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