OPINIÓN

Los secretos del vestuario de 'El hilo invisible'

Los secretos del vestuario de 'El hilo invisible'
Los secretos del vestuario de 'El hilo invisible'
Los secretos del vestuario de 'El hilo invisible'

Si es cierto que Daniel Day-Lewis se despide de la interpretación con El hilo invisible, como anunció el verano pasado, es un bonito adiós. Observarle en pantalla con esa obsesión por la belleza, el silencio, el detalle, verle retorcerse por dentro y físicamente de dolor ante la frustración de su propio talento, perdido y a merced de su nueva musa (Alma, Vicky Krieps) que nunca llegará a ser LA musa que de verdad inspiró su genio, su madre, ver cómo da puntadas, cómo dibuja, cómo se deja llevar por la propia perturbación de su personaje, el modisto londinense, Reynolds Woodcock, es entender un poco mejor por qué acabó agotado y decidido a abandonar.

"Antes de hacer la película, no sabía que iba a dejar de actuar", confesó en la entrevista más en profundidad que ha dado últimamente. "Sé que Paul [Thomas Anderson] y yo nos reímos mucho antes de hacer la película. Y después dejamos de reírnos porque los dos estábamos superados por la sensación de tristeza. Nos tomó por sorpresa: no nos dimos cuenta de lo que habíamos creado. Era difícil de vivir con ello. Y aún lo es".

Los secretos del vestuario de 'El hilo invisible'

En términos prácticos, Daniel Day-Lewis se sumergió en su habitual método (obsesivo) de creación desde el minuto en que Paul Thomas Anderson (PTA) le planteó la historia de El hilo invisible. Según cuentan ambos, al principio ni siquiera hablaban de un diseñador, ni del mundo de la moda. A PTA se le ocurrió la idea en el lecho de la enfermedad, totalmente en manos de su mujer, la actriz Maya Rudoplh, quería hablar del artista, del genio, de cómo crea, cómo se inspira, las mujeres que le rodean... Y dándoles vueltas al tema descubrió una biografía del diseñador español Balenciaga. Así entraron en la moda. A priori, sin ningún interés por ella.

Pero los dos lo aceptaron. Y también el diseñador de vestuario de cada una de las siete películas anteriores de PTA, Mark Bridges. Todos se lanzaron al Victoria & Albert Museum a investigar la moda que se cosía en Londres en los años 40 y 50, en la posguerra. Estudiaron a los modistos más famosos de aquel momento en le mundo: Charles James, Cristóbal Balenciaga y Christian Dior. Y de cada uno tomaron algo. Para el actor, Balenciaga fue su principal inspiración hasta el punto de que acabó intentando coser uno de sus vestidos, después de formarse durante meses con el figurinista del ballet de Nueva York. Y se dio cuenta de que no era una tarea tan sencilla como parecía. Pero eso le encantó: "El vestido de Balenciaga era sencillo. O, al menos, parecía sencillo hasta que intenté hacerlo y me di cuenta de lo complicado que era. No hay nada más bonito en el arte que algo que parece sencillo", ha dicho Day-Lewis.

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Bridges, por su parte, sí tuvo que coser cada uno de los vestidos que salen en la película y hacerlos tal y como, supuestamente, los habría hecho este Woodcock. Si ninguno de esos vestidos que llevan Alma y el resto de modelos o clientas te parecen impresionantes, como asistir a un desfile de alta costura, está bien. "Decidimos muy pronto que Reynolds Woodcock no iba a ser el diseñador más rompedor del mundo. No iba a ser un Balenciaga o un Dior. Más bien encajaba en el mundo de la costura de Londres de aquel momento, que era bastante activa y floreciente. Decidimos que Reynolds pasaría a la historia con nombres como Victor Stiebel o Michael Sherard. Y tienes una idea de quién es a través de los vestidos que hace", dice Bridges.

Como se ve en la película, diseñadores como este Woodcock, estaban más centrados en vestir a la realeza británica y las grandes familias señoriales europeas. Y eso también era otro tipo de estética a la que se podía ver en los talleres de los Balenciaga o Dior inventando nuevos estilos, cortes y modas. Quizá eso es parte de la frustración de Woodcock, que siente que nunca volverá ni a acercarse a la gran obra maestra de su vida, su primer vestido el que le cosió a su madre. Y ni su detallista hermana Cyril (Lesley Manville) le convencerá de lo contrario manteniendo su casa de costura con orden impoluto.

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