Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

El fútbol prohibido de 'Timbuktu'

El fútbol prohibido de 'Timbuktu'
El fútbol prohibido de 'Timbuktu'
El fútbol prohibido de 'Timbuktu'

20 latigazos por jugar al fútbol, 20.

Abderrahmane Sissako ha compuesto la mejor escena de fútbol sin fútbol de la historia del cine. Por si esa secuencia inolvidable no fuera suficiente para rendirle pleitesía, el director de Timbuktú, un milagro de la coproducción entre Francia y Mauritania que ha logrado la nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, se juega la vida en cada plano.

Los integristas no juegan al fútbol. Tampoco se andan con bromas. Sissako vive bajo la amenaza del terror desde que se propuso narrar los días de dominación islamista radical de Tombuctú, la ciudad más mítica de Malí (y no sólo por el París Tombuctú de Berlanga) tras la entrada en la villa del grupo integrista Ansar Dine, que implantó la dictadura de la Sharía (ley islámica integrista) por unos meses en 2012 hasta que el gobierno francés envió tropas para restablecer (de aquella manera) el orden anterior. La película es durísima, pero sin darse importancia. Combina la dureza de la aplicación de las normas extremistas con el discurrir de una vida cotidiana alterada por el paso del despotismo irracional por la ciudad. Y hay horror, pero también compromiso, emoción, y hasta humor. E inteligencia, mucha inteligencia en la contención de su mirada. Como en la maravillosa escena futbolera. El fútbol como espacio de libertad, pero también como ruleta rusa (a la altura de la escena de El cazador de Cimino, sin parodia de la tortilla rusa de Airbag) en este partido mítico sin pelota en un baldío de Tombuctú vigilado en moto por los islamistas más radicales, amigos del látigo y la lapidación, carceleros de los balones de reglamento sueltos que discuten de Real Madrid y Barça, de Messi y Zidane, cuando nadie mira. Jugarse la vida por el fútbol frente a la dictadura de la sinrazón. No recuerdo una imagen más reveladora para reivindicar de forma tan natural la libertad. Ni tampoco una escena que dignifique el fútbol con mayor intensidad. Aquí va, merece la pena verla hasta el final:

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