OPINIÓN

El dinosaurio más patético de la historia del cine

El dinosaurio más patético de la historia del cine
El dinosaurio más patético de la historia del cine
El dinosaurio más patético de la historia del cine

Antes de seguir leyendo, por favor, MIRA ESTE VÍDEO. Hazme caso: tienes que dar a play, porque vas a contemplar una de las escenas más traumatizantes de la historia. No exagero si digo que este es EL DINOSAURIO MÁS CHUNGO que vas a ver en tu vida.

¿Ya? Bien. Las almas más sensibles tendrán que correr al cine a ver Jurassic World para purificar sus pupilas. Sin embargo, estoy seguro de que los lectores habituales de Crítico de Mierda se habrán emocionado ante esta épica batalla entre tiranosaurio de plástico duro vs careta de gorila de los chinos. Pues es el punto álgido de un film de 1969, The Mighty Gorga, absolutamente insoportable.

Por encima de científicos locos o explosiones atómicas, la manera más clásica y habitual de justificar la presencia de dinosaurios en el mundo moderno es la expedición a una recóndita tierra perdida y aislada del paso del tiempo. Un valle oculto en el Amazonas, una isla misteriosa o una urbanización fantasma cerca de Chinchón suelen ser los entornos más habituales. Así sucedía en el clásico El mundo perdido de Conan Doyle y más importante para nosotros, así ocurría en King Kong.

Porque sí: The Mighty Gorga es otra puta copia de kinkón. Una de los 60, que por aquel entonces hacía mucho que no daban, y posiblemente la peor, por debajo de imitaciones chinas o indias. Su director, David L. Hewitt, era todo un especialista en hacer películas por cuatro duros para el siempre necesitado circuito de los autocines y los grindhouse americanos: una de las pocas maneras para estrenar películas fuera de los grandes estudios y de la vida en Los Ángeles. Y tras films como Viaje al centro del tiempo (1967), decidió que era el momento de darse un capricho e intentar homenajear a uno de sus films favoritos.

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La clave para rodar una exploitation con tres duros, ayer, hoy y siempre, es tener una o dos escenas buenas para vender en el tráiler y rellenar todo lo demás con lo más fácil: gente hablando. Hablando y hablando y hablando. Hablando sin parar, sabiendo que nunca cumplirán las promesas que su tráiler y su cartel hacían. Igualito que un político, hey.

El argumento, como decimos, no tiene nada de nuevo: un circo se encuentra en apuros económicos y está a punto de cerrar. En lugar de meter a un señor de cuenca disfrazado de Spider-Man o los Transformers, como hacen hoy en día, los propietarios tienen otro plan: han escuchado que en África hay un mono gigante y para allá que se van, a cazarlo para exhibirlo. Por supuesto, no saben en qué parte de África, DE LA INMENSA ÁFRICA está, pero no hace falta. Para ellos todo por ahí todo es parecido: negros con lanza, tigres, minas de diamantes y poco más.

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En AFRÍCA (así, en mayúsculas) que dan con un cazador llamado Tonga Jack, que ayudará a encontrar al mono gigante. Uno esperaría una expedición con armas, víveres y mano de obra para capturar al kinkón, pero nada de eso. No hay dinero. Y el director debe de tener muy pocos amigos a los que llamar. O quizá les daba vergüenza viendo el percal. Así que nada: la expedición consiste en TRES personas: chico, chica y guía. Vamos, que si fueran a jugar a Dungeons & Dragons igual jugaban sin mago. Y ya me diréis como se las apañarán tres tipos para arrastrar a un simio que pesa toneladas.

El trío calavera se adentra en la jungla, que viene a ser como la Casa de Campo pero con menos fieras sueltas: un parque cualquiera de California hará las veces de jungla africana. Unas cuantas imágenes de stock con tigres y demás, junto a las peores cromas del mundo es todo lo que dispone para tratar crear la ilusión. Fracasando en el intento, claro. Para llorar también son los miembros de las tribus indígenas: mejicanos con pelucas. Que allí serán otra minoría racial, pero que vamos, muchos no hay por el Congo, que yo sepa.

A estas alturas llevamos ya MÁS DE UNA HORA de película y apenas hemos visto al mono en la introducción, aguantado parloteo tras parloteo. Obviamente, los protagonistas acaban encontrando a Gorga y uno de los dinosaurios que podéis ver en el vídeo. Y si habéis visto esto, creedme si os digo que ya habéis visto lo mejor de toda la película, su cúspide y lo único que merece la pena de ella.

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Lo mejor de todo es que, al final de la peli, tras ser capturados por la tribu que adora al mono, escapan y ENCUENTRAN UN TESORO. ¡Ya no se tienen ni que llevar al mono a los EE UU! La moraleja del film es clara: si tienes problemas económicos, no trabajes, no estudies: vete a África y allí algo encontrarás. O igual te toca la lotería: confía en Dios y la providencia y ya verás.

The Mighty Gorga es una tortura de ver en todos los aspectos. No es "tan mala que te ríes", sino "tan mala que prefiero leer tweets de gente indignada con los cambios de Juego de tronos". El film no fue estrenado jamás en España, ni en el resto del mundo, estando su productor bastante alejado de los circuitos de venta a mercados internacionales. No llegó al videoclub, que ya es decir, que aquí llegaban hasta la de Johnny Tango Rambo.

Como curiosidad, cuenta entre su reparto con Greydon Clark, un tipo que luego se dedicó a dirigir serie B 80s tipo Llegan sin avisar (1980) o Lambada, el baile prohibido (1990). Menos risa, que sin ser gran cosa, eran mejor que esta: cuando vienes de un 0, hasta un 1 es una mejora.

Quizá lo mejor de todo esto es el destino de su productor, que acabó trabajando en Hollywood, en el departamento de efectos especiales de películas como Cariño he encogido a los niños (1989) o Willow (1988). Os lo repito por si no os ha quedado claro: el tipo que optó por utilizar un dinosaurio de juguete para su película acabó trabajando en la ILM de George Lucas. Quizá aprendió algo del rodaje de esta película: sino evolucionas, te extingues, como los dinosaurios, y él fue capaz de hacerlo, de aprender y mejorar, y a la postre, seguir trabajando en el cine en las décadas posteriores.

Este fin de semana, seguro Hewitt habrá dicho contado a sus nietos que, hace mucho, mucho tiempo, él también hizo una película de dinosaurios... pero que perdió la única copia que tenía y no puede ponérsela. Cachis la mar, también es casualidad.

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