OPINIÓN

Un productor con gomina y un guionista en camiseta

Un productor con gomina y un guionista en camiseta
Un productor con gomina y un guionista en camiseta
Un productor con gomina y un guionista en camiseta

Era jueves noche y el Fabuloso estaba a tope.

Noctámbulos buscando carnaza, guiris exprimiendo la noche madrileña y famosos y famosetes buscando darle un sentido a su agónica existencia con gin tonics aguados y rayas de farlopa. El guionista saludó a un par de colegas que le hacían la pelota al empastillado presentador de un programa nocturno. Él debería hacer lo mismo, pero siempre le había dado mucha pereza chupar pollas. Pasó de largo. Después de recorrerse el garito de arriba abajo dos veces fichó a una pelirroja de blusa naranja que bailaba Ain´t funky now de Grant Green como si no hubiera mañana. Cruzaron un par de miradas. Dejó a su amigo hablando de la crisis con un travesti venezolano y se abrió paso a codazos hasta ella.

La noche fue muy bien. Lástima que al día siguiente tuviera que madrugar. Tenía una cita con un productor. Cogió el móvil y le hizo a la pelirroja, que dormía desnuda y abierta de piernas ajena a todo, una foto. Pensó por un momento colgarla en Instagram pero le dio pereza ponerse a buscar filtros. Además, ya llegaba tarde. Recogió los cuatro condones que había tirados en el suelo, solo había usado dos, los otros se le habían caído mientras abría la caja, y se fue para el baño. Se duchó. Desayunó. Un Fortissio Lungo de la Nespresso y unas tostadas de Bimbo Semilla de Oro con mantequilla salada Arias. Mientras desayunaba tuiteó, revisó facebook y chequeó linkedin (esa farsa). Mientras, de fondo escuchaba las tertulias radiofónicas.

Asco.

Estómagos agradecidos de mediana edad pontificaban sobre un mundo del que no tienen ni puta idea más allá de sus cuatro ideas preconcebidas y sus servilismos particulares. Listillos que llevan treinta años viviendo de puta madre haciendo de mamporreros de los poderes políticos y económicos dando lecciones morales.

Guillotina.

La oficina del productor estaba en el barrio de Salamanca. Mierda. Iba a tener que coger el metro. ¿Tendría suficiente para pagar el billete? Sólo llevaba encima doscientos euros. Además, la frecuencia de paso entre tren y tren era más larga que la filmografía de Manoel de Oliveira. Por si fuera poco ruidosos gitanos rumanos armados de acordeones y pianos eléctricos "amenizaban" los trayectos con entusiastas versiones de When the saints go marchin´in. Y no eran los peores. Ese honor lo tenían los chaparritos andinos que interpretaban crispantes versiones de El cóndor pasa con su absurdo y ridículo instrumento de tubitos de madera, la quena.

El guionista salió al exterior con ganas de vomitar.

Menos mal que la oficina de la productora estaba cerca. El aire acondicionado y una recepcionista que parecía sacada de la fantasía más sucia de Russ Meyer le animó. Dijo que tenía cita con P, el jefazo de la productora. Le hicieron pasar a su despacho. Un despacho muy "casual", como él. Moreno de rayos uva. Pelo engominado y americana azul de Carolina Herrera. Por supuesto camisa rosa desabrochada hasta el tercer botón. Un arquetipo.

Lo que le contó también era un arquetipo.

Tenían un proyecto buenísimo entre manos, una cadena de televisión estaba muy interesada, Paolo esto, Manuel aquello, Alejandro lo otro...

— Total, que el proyecto gusta y hay que hacerlo cuanto antes.

Pues muy bien, le dijo el guionista, cuéntame de que va. El productor le pidió confidencialidad. El proyecto era sobre la huelga de controladores que hacía unos años había dejado a media España en tierra.

— Es un proyecto muy bueno, muy jugoso, muy "full".

Los afectados por la huelga habían contratado a unos abogados. Querían unas indemnizaciones por los daños económicos y psicológicos que habían sufrido. Los abogados decidieron que una buena estrategia sería hacer una tv movie que desde la perspectiva de los afectados de la huelga mostrara cuán desaprensivos habían sido los controladores y cuán inútiles el gobierno. Al guionista hasta aquí le parecía bien, o sea que le daba igual. ¿Querían que hiciera el guión de una tv movie para un lobby? Pues perfecto. Mientras le pagaran...

Ese fue su error. Pensar que le pagarían por realizar una biblia de sesenta páginas en tres días.

— Ok, pues déjame que piense un presupuesto y te lo paso esta tarde.

El ultrabronceado productor se le quedó mirando.

— ¿Ah? ¿Que quieres cobrar?

— Llámame raro pero sí.

Que ese mosquito insignificante que llevaba puesta una camiseta negra en la que ponía "I´m a mod" (comprada en la tienda Monkey Britstyle de la calle Hernán Cortés), se atreviera a poner precio a sus horas de esfuerzo y dedicación le dejó anonadado. Chusma. Les das una oportunidad y...

El guionista salió de la ultramoderna oficina. Otra oportunidad de conseguir pasta que se iba a la mierda por culpa de sus alocadas exigencias. Mira que querer cobrar por su trabajo... Al guionista le daba mucha pereza coger otra vez el metro así que decidió ir hasta casa andando. Mientras caminaba por Serrano sorteando pijos con polos rosas anudados al hombro y señoras de morros porcinos se le ocurrió un monólogo. Hacía mucho tiempo que no escribía uno. Tenía un largo viaje hasta La Latina así que empezó a escribirlo en su tablet...

"Odio las casas rurales. ¿Quiero pagar por estar dos días en un antiguo molino lleno de humedad y bichos? NO, GRACIAS. Me quedo en la ciudad. Me quedo en la CIVILIZACIÓN. Quedaos con vuestras vigas de madera y con vuestras cenas al "amor de la chimenea". Quedaos con esta palabra, amantes de las chimeneas: CALEFACCIÓN CENTRAL. Además, ¿por qué dicen todas que son "con encanto"? ¿Qué pasa, que hay casas rurales SIN encanto? ¿Hay casas rurales con aluminosis, olor a pocilga y situadas al lado de una central nuclear? ¿Hay un público ávido de casas rurales sin encanto, un público demente y pelín pervertido adicto a las emociones fuertes?..."

Le estaba quedando bonito. A ver si conseguía vendérselo a alguien por un bocadillo o algo.

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Alberto López (@alberto2) es guionista. Su película favorita es La fiera de mi niña. Odia a Damon Lindelof.

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