Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

Alemania, año cero, fútbol uno

Como en tantas otras calles de otras tantas ciudades, los niños juegan al fútbol en el Berlín en ruinas de Alemania, año cero (Roberto Rossellini, 1948), a pesar de la miseria de la posguerra, retratada por un filme que saca la cámara a la calle según los cánones del neorrealismo, trasladado aquí de Italia a Alemania. El balón es apenas un esbozo esférico, hecho aparentemente de trapos, y a Edmund (el protagonista del filme, interpretado por Edmund Moeschke) los niños (más pequeños que él) no le dejan jugar. A sus 12 años, ya no está para juegos, tiene que ayudar a su familia a salir adelante: la (pos)guerra le está robando la infancia, eso que deja atrás en el portentoso plano con que culmina la secuencia.

Entre los escombros de Alemania, año cero, surge además otra estampa poderosa, la de esa pared de la casa de Edmund, en el instante previo a la muerte inducida de su padre, un altar fotográfico (evocando tiempos mejores del fútbol durante el Reich: se intuye el estadio olímpico en una de las imágenes) iluminado por la lumbre, una devoción con vela incluida por el fútbol, en una estampa quizá casual pero tremendamente representativa de lo que puede suponer el fútbol incluso entre la miseria. Fútbol frente a la muerte, otra prueba más del combate entre niñez y edad adulta en el que Edmund sale perdedor.

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