OPINIÓN

'El infiltrado': el intenso cara a cara entre Loki y House (gracias John le Carré)

'El infiltrado': el intenso cara a cara entre Loki y House (gracias John le Carré)
'El infiltrado': el intenso cara a cara entre Loki y House (gracias John le Carré)
'El infiltrado': el intenso cara a cara entre Loki y House (gracias John le Carré)

Es una de las miniseries más esperadas, de ésas que, sin haberla visto, intuyes que estará entre los ránkings de lo mejor del año. Por un lado, porque al frente de la adaptación a la televisión de la novela escrita por John le Carré en 1993 está la compañía de sus hijos (Simon y Stephen Cornwell), dispuestos a producir todas las adaptaciones que hagan falta de sus bestsellers. Quién mejor si no. Por otro lado, porque los dos protagonistas de este intenso thriller de espionaje son dos actores (británicos) carismáticos, de los que tienen gancho sin apenas pestañear: Tom Hiddleston (Los Vengadores), como el elegante y observador gerente nocturno del título original (The Night Manager) reconvertido por casualidad en espía, y Hugh Laurie (House) un suspicaz traficante de armas y… de armas tomar. Como cualquiera de las míticas películas de James Bond, El infiltrado cuenta con localizaciones exóticas, secundarios dispuestos a ayudar al héroe o al villano, acción inesperada y una crítica explícita a los estamentos corruptos de la sociedad, cuyas actividades criminales muchas veces amparan.

En El infiltrado se masca la tensión desde el minuto uno. Tensión política con esa manifestación en las calles del Cairo que pone en juego la seguridad del hotel Nefertiti donde trabaja Pine (Hiddleston). Tensión sexual, que despista porque no es lo que parece (o sí), entre el gerente y una misteriosa mujer dispuesta a revelar los turbios asuntos (tráfico de armas como mínimo) entre su amante (ella lo llama “mi dueño”) y Roper, el multimillonario interpretado por Hugh Laurie, al que ella define como “el peor hombre en el mundo: vende destrucción, dolor y muerte… y se ríe”. Su previsible muerte lejos de poner en jaque a los investigadores, provoca, al contrario, un silencio impuesto que dura cuatro años. Y es por culpa de esta dilatación en el tiempo, que, para tensión, la que esperas con impaciencia en el piloto, la de los dos personajes frente a frente, cuando, tras esos años, se conocen en un hotel en Suiza.

Si Tom Hiddleston es capaz por sí solo de llevar todo el peso de la trama en prácticamente todo el episodio (no me extraña que ya haya apuestas para que sea el próximo agente 007), la serie gana enteros cuando su personaje se tiene que enfrentar a su némesis con la más falsas de las sonrisas. Loki en estado puro y House, como en la serie de médicos, recreándose en la idea de que todos los pacientes –y gerentes– mienten. Esa escena en la que ambos fuman en la nieve, con un Pine de lo más tranquilo, guardando las apariencias, y un impertinente Roper dispuesto a ponerle a prueba, retrata el duelo al que nos enfrentaremos en la serie. Y apetece un montón. Sin olvidar, esa embajada británica que, obviamente, cuenta con su topo de turno, y esa oficina cutre en la que no pagan la calefacción cuya jefa será la que anime al otrora gerente a convertirse en espía, pero también a espaldas de sus superiores.

“¿Qué estás dispuesto a hacer?”, le pregunta ella. No hace falta que conteste, jugando a ser espía ha puesto en jaque a los todopoderosos, qué no hará cuando le den una pistola y se venga arriba. Imprescindible miniserie dirigida por Susanne Bier, ganadora del Oscar por En un mundo mejor, para amantes del thriller político, de las novelas conspiranoicas de John le Carré y de esos cameos que no te esperas: ahí están el matrimonio formado por Antonio de la Torre, abogado del diablo, y Marta Torné en el piloto, y Hovik Keuchkerian, como su silencioso guardaespaldas.

El infiltrado se estrena hoy en AMC y consta de seis episodios.

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