'Todo es de color: Por qué deberías ver el documental sobre los Triana

El grupo insignia del rock andaluz ya tiene su propio documental: es el momento de recordar a los 'hijos del agobio' como se merecen.
'Todo es de color: Por qué deberías ver el documental sobre los Triana
'Todo es de color: Por qué deberías ver el documental sobre los Triana
'Todo es de color: Por qué deberías ver el documental sobre los Triana

Ya iba siendo hora, la verdad. Mientras que el panorama musical anglosajón rebosa con documentales dispuestos a desglosar la vida y milagros incluso de los grupos más incógnitos, los equivalentes españoles de esas películas se cuentan con los dedos de una mano. Por eso es una gozada saber que Todo es de color, el filme dispuesto a contarnos los casos y las cosas de Triana, está a punto de ver la luz del día. Máxime si sabemos que el punto culminante de la película, dirigida por Gonzalo García Pelayo, es una escena en la que centenares de fans de la banda cantan a pleno pulmón Tu frialdad (su sencillo más popular, publicado en 1980) en la sevillana Alameda de Hércules. Aunque algo olvidados hoy en día por unos medios en perpetua búsqueda del sabor del mes, estos pioneros del 'rock andaluz' siguen moviendo multitudes. Y, como aquí nos contamos entre dichas multitudes, hemos preparado este informe para explicar por qué ese grupo se merece un documental, por qué es aconsejable echarle un vistazo... y por qué su influencia pervive a día de hoy.

¿Quiénes fueron Triana?

Menudo tema para resumirlo en un solo epígrafe… Digamos que Triana fue la banda formada por Jesús de la Rosa (teclados y voz), ‘Tele’ Palacios (batería) y Eduardo Rodríguez Rodway (guitarra y bajo) allá por 1974, en un barrio de Sevilla cuyo nombre resulta fácil de imaginar. La inspiración para el nombre de la formación, de hecho, vino de otro colectivo musical que también lucía un nombre urbanístico: “Si los Chicago se llaman Chicago porque son de Chicago, entonces yo soy de Triana”, sentenciaba De la Rosa cuando le preguntaban al respecto. Desde el lanzamiento de su primer elepé, El patio (1975), el grupo se convirtió en un éxito underground, y en la punta de lanza del llamado ‘rock andaluz’: aunque su sonido no era propiamente flamenco, sí mostraba muchas influencias de lo jondo, combinadas con las de King Crimson, Camel y otros heraldos de lo progresivo. La muerte de De la Rosa en 1983 cercenó la trayectoria del grupo: aunque han aparecido otras formaciones, impulsadas por ‘Tele’ Palacios, el recuerdo de los fans se centra en su primera etapa.

Y, ¿quién es Gonzalo García Pelayo?

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Si tienes menos de 30 años, o si la música y el cine no te interesan demasiado, el máximo responsable de Todo es de color te sonará como el inventor de una martingala infalible para ganar a la ruleta: las andanzas de García Pelayo en los casinos le hicieron ganar titulares a mansalva, e incluso fueron llevadas al celuloide en The Pelayos (2012). Pero ojo, porque aquí hablamos de un personaje con múltiples facetas: en los 70, la carrera de este señor como empresario discográfico llevó al estrellato a María Jiménez y divulgó proyectos tan arriesgados como Goma, Tílburi, Granada… o los propios Triana. Por si eso fuese poco, García Pelayo también es cineasta, con una carrera en la que hay lugar para una peculiar road movie castiza y quinqui (Corridas de alegría, 1982), para el destape (Intercambio de parejas frente al mar, 1978) y para un regreso a la ficción (o metaficción) tras tres décadas sin dirigir en Alegrías de Cádiz (2014). Lo que se dice un sujeto atípico.

¿De qué me suena a mí ese título?

Efectivamente: el estribillo “todo es de color” es conocido universalmente (o debería) gracias a la canción homónima de Lole y Manuel, uno de los temas más conocidos de su álbum Nuevo día (1975).  Pero, poco antes de que la grabase el dúo (en cuya carrera, todo hay que decirlo, también metió cucharada García Pelayo) Triana la habían incluido en su álbum de debut con el título de Bulerías 5x8, con otra letra y arreglos mucho más rockeros. ¿Cómo es esto posible? Pues porque Todo es de color fue compuesta a medias por ‘Tele’ Palacios y Manuel Molina, sólo que su título original era Todo es de Pulpón: se trataba de un chascarrillo a costa de Antonio Pulpón, un influyente manager sevillano. Como ya es fan de Lole y Manuel (escúchese lo bien que suena Tu mirá en la escena cumbre del primer Kill Bill), esperamos que Tarantino tire del hilo: con suerte, cualquier día de estos nos muestra a Samuel L. Jackson repartiendo una ensalada de tiros al ritmo de Abre la puerta…

¿De dónde salieron Triana?

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Nos alegra que nos hagan esa pregunta, amigas y amigos, porque (además de para hacer historia) nos vale como excusa para recomendar una película estupenda. Resulta que Triana no aparecieron por generación espontánea, sino que emanaron de la formidable escena musical que se incubó en Sevilla durante los 60 y los 70: por aquellos años, la ciudad andaluza gozaba de un underground cultural y sonoro casi sin parangón en la Península (disculpas a los madrileños, pero sólo la Barcelona de Sisa, Pau Riba y Máquina! podía comparársele) y en el que gitanos y payos jugaban sin complejos a hibridar el flamenco con el rock, propulsados con trips psicodélicos en el Parque de María Luisa. Si quieres ponerte al corriente de las andanzas de Smash, Silvio, Gualberto, los antedichos Lole y Manuel y otros grupos de postín, corre a ver Underground: La ciudad del arco iris (Gervasio Iglesias, 2003). Aprenderás mucho sobre esta bendita locura que, huelga decir, no le hacía ninguna gracia al franquismo, y cuyos derroteros más freaks acabarían cristalizando en Veneno, la banda de los hermanos Rafael y Raimundo Amador y de un chaval catalán que atendía por Kiko.

“Lo que a mí me gusta es el rock andaluz”

Si has pillado la cita de Pepi, Luci, Bom… y otras chicas del montón que nos sirve de título para este epígrafe, un no-premio para ti. Y, como es un poco difícil recordar la lista de grupos que Kiti Mánver (“Modelo y cantante, pero no puta”) recita a toda velocidad tras soltar su declaración de principios, entramos en materia. El éxito de Triana se fraguó a fuego lento, pero acabó llegando, y eso propició que muchos otros grupos en parámetros similares llegasen a grabar discos, muchas veces también impulsados o producidos por Gonzalo García Pelayo (y con portadas ilustradas, en muchas ocasiones, por el pintor Máximo Moreno). Hablamos de Alameda (cuyo teclista, Manolo Marinelli, había tocado con Camarón en La leyenda del tiempo), de los Cai de Chano Dominguez, de los más hardrockeros Medina Azahara, de Imán, de Tabletom (los del Me estoy quitando que popularizarían Extremoduro), de Azahar, de Guadalquivir y de muchos, muchísimos conjuntos que le dieron un deje aflamencado a los sonidos de la Transición. Incluso Miguel Ríos, ya un veterano por entonces, se subió al carro. Podría decirse que, con esas miras musicales tan ancladas en los 70, los integrantes del rock andaluz nacieron ya algo desfasados, pero eso sería del todo irrelevante: los coleccionistas de fuera de España se rifan sus vinilos, y sus fans siguen siendo numerosos.

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