Punto de Vista 2016: Tres máquinas del tiempo en sus manos

Con motivo de su décimo aniversario, la última edición del festival de cine documental de Pamplona se consagró al registro fílmico del paso del tiempo. Así lo pasamos allí.
Punto de Vista 2016: Tres máquinas del tiempo en sus manos
Punto de Vista 2016: Tres máquinas del tiempo en sus manos
Punto de Vista 2016: Tres máquinas del tiempo en sus manos

Tras dar cuenta del palmarés de Punto de Vista 2016, llega el momento de recordar tres grandes momentos de la décima edición del Festival Internacional de Cine Documental de Navarra celebrado en Pamplona. Con motivo de los fastos de aniversario, la temática general del certamen fue el tiempo; precisamente, fue debido a la escurridiza falta de eso mismo que esta vez decidí desviar mi cobertura de las errátiles aguas de la sección oficial para centrarla en las propuestas paralelas que los organizadores habían ideado para la ocasión. De ahí llegué a estas tres formas fructíferas de relación con el tiempo, cada una característica del cine de sus respectivos autores. Simplificando: la materia, el movimiento y el pensamiento.

Decasia

Dentro de la retrospectiva temática Ten Years Older. El tiempo y el cine se pudieron ver obras de diversa duración que, cada una a su manera, reflejaban el paso del tiempo con una estrategia diferente. Entre ellas había una gran variedad de piezas cortas, algunas auténticos pilares del cine experimental como Window Water Baby Moving (Stan Brakhage, 1959) o Pièce touchée (Martin Arnold, 1989), y también filmes más largos. Es el caso de Decasia (2002), donde el estadounidense Bill Morrison lleva hasta sus últimas consecuencias la plasmación material de la extinción de las imágenes y la cadudicad del cine con un montaje apabullante de fragmentos de antiguas películas de nitrato en creciente estado de deterioro y descomposición ante los ojos del público.

Paisajes, cuerpos y rostros, procedentes de toda clase de archivos fílmicos y desde hace ya mucho tiempo olvidados, resurgen levemente en Decasia para interactuar, sin saberlo, con una plétora de manchas, cortes y quemaduras que irrumpen sobre las imágenes, las desgarran y aniquilan. Así, desde un atardecer en pareja bajo un cielo lleno de lovecraftianas bacterias porosas hasta un boxeador que pelea contra una porción de celuloide podrido, el imparable discurrir de imágenes no da respiro en su carrusel de putrefacción hasta dejar sin aliento. A ello también contribuye sin duda una monumental banda sonora disonante de Michael Gordon que convierte al filme en un musical para el fin de los tiempos.

La région centrale

También tiene un importante componente sinfónico y postapocalíptico la obra magna de Michael Snow que se proyectó como punto fuerte de la celebración del décimo aniversario del festival junto a una visita en persona del cineasta canadiense, leyenda viva del cine experimental. Lo que vemos en La région centrale (1971) son imágenes de una remota localización rocosa y acantilada al norte de Quebec tomadas por una cámara dispuesta sobre una plataforma móvil especialmente diseñada para la ocasión que le permite moverse, ingrávida, en todas las direcciones y ángulos posibles.

A medio camino entre la sonda alienígena que explora un planeta deshabitado y el viaje astral en primera persona, la cámara flotante de Snow recorre el espacio con distintos ritmos, inclinaciones y movimientos como si buscara agotar cada milímetro cuadrado de su inmensidad creando una sucesión de coreografías móviles a cada cual más hipnótica. Mientras se mueve, las horas pasan sobre el paisaje. Después del atardecer, la Luna sale a bailar; luego, comienza un nuevo día sin revelar cambios en un mundo donde no hay presencia humana ni animal. Muchos han pretendido replicar una sensación de vacío e ingravidez similar, incluso sirviéndose de ampulosos avances técnicos desnortados, pero nadie lo ha conseguido con el mismo grado de pureza e inmersión que La région centrale.

Jean-Daniel Pollet

Refugio bienvenido durante las tardes pamplonesas, el ciclo Jean-Daniel Pollet. La casa y el mundo proponía una retrospectiva parcial de la obra del cautivador cineasta francés, injustamente silenciado en demasiadas historiografías, quizás por el insobornable caracter de su personalísimo cine, al margen de tendencias y modas. En Punto de Vista se proponía pensar la filmografía de Pollet a partir de su propia reflexión y reescritura de aquellas imágenes que él mismo registró en sus primeras películas. Las poderosas imágenes documentales de Méditerranée (1963), Le horla (1966) y L'ordre (1973) reaparecen insistentemente en sus filmes posteriores, ya sean de ensayo (Dieu sait quoi, 1994) o ficción (Ceux d'en face, 2000), cambiando de significado, matizándose y repensándose en un constante fluir de tiempo que, superficialmente, sobreviven inalteradas, pero al que no son inmunes.

"Como si fuera una ola, cada 'sutura' entre los planos [de Méditerranée] imprime y borra la palabra recuerdo, la palabra felicidad, la palabra mujer, la palabra cielo", dijo Jean-Luc Godard de la película más influyente de Pollet, un ondulante poema visual sobre el Mediterráneo, sus paisajes, gentes y templos filmado en Grecia y Sicilia. Denota la mirada única del cineasta para conseguir imágenes humildes cuya ordenación cargará de densidad gracias al montaje cinematográfico, las palabras de Philippe Sollers (o Francis Ponge en Dieu sait quoi) y la música de Antoine Duhamel. El salto auténticamente maravilloso llega cuando, más adelante en su carrera, vuelve sobre esas mismas imágenes, las combina con otras y reestructura su significado. En la misma época en que Godard se afanaba en las primeras Histoire(s) du cinéma, Pollet firmó Contretemps (1990), un mecanismo de reescritura similar pero aplicado a su propia filmografía. Una máquina de pensamiento que permite volver sobre esa constelación personal de imágenes, con sus propios soles y órbitas, para escudriñarla desde todos los ángulos posibles, como hacía la cámara de Snow en La région centrale, tomándose el tiempo necesario hasta llegar a, quizás, terminar de comprenderlas.

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