¿Por qué odiamos las películas sobre la Guerra Civil?

¿Está el público español harto de esta clase de cintas?
¿Por qué odiamos las películas sobre la Guerra Civil?
¿Por qué odiamos las películas sobre la Guerra Civil?
¿Por qué odiamos las películas sobre la Guerra Civil?

Si, al menos en la creencia popular, los espectadores españoles huyen despavoridos ante las historias de rojos y nacionales, ¿cómo es que estas no dejan de producirse? Y, partiendo de ahí, ¿qué es lo que hace a estas tan odiosas? Hace 5 años, No lo llames amor... Llámalo X se cachondeaba de este estado de cosas, presentándonos a un director de cine porno empeñado en rodar un filme sobre el llamado Alzamiento Nacional (ejem...). Y nosotros lo trataremos de explicar, desde una perspectiva menos jadeante, ateniéndonos estrictamente al celuloide y dejando, en lo posible, la política al margen.

Porque hay demasiadas

¿Por qué odiamos las películas sobre la Guerra Civil?

Aunque a veces se nos olvide (y, vista la índole de la mayoría, conviene olvidarlo), durante el franquismo se produjeron muchas películas sobre la contienda del 36 o sus secuelas. Sin novedad en el Alcázar o la inenarrable Raza, basada en una novela que el propio Franco publicó bajo seudónimo, son algunas de ellas. Ahora bien: el debilitamiento del régimen, primero, y la muerte del dictador, después, propició que los directores de izquierdas relataran la historia desde su propio ángulo, y desde una perspectiva cada vez menos soterrada. Todo lo cual contribuyó a fomentar el tópico llenando las carteleras con películas sobre el mismo asunto: desde Las largas vacaciones del 36 (1976, el ejemplo más temprano) a filmes lanzados ya en nuestro siglo, como Las trece rosas y La mujer del anarquista, el goteo ha sido imparable. Nos tememos, además, que pocas de ellas tienen la calidad de Las bicicletas son para el verano, Libertarias o ¡Ay, Carmela!

Porque hay demasiado pocas

¿Por qué odiamos las películas sobre la Guerra Civil?

¿Cómo es posible que digamos algo así después del epígrafe anterior? Sencillo: por edad y por vivencias, los autores españoles como Manuel Gutiérrez Aragón y Carlos Saura, que contribuyeron a formar este tópico, no estaban tan interesados en describir la Guerra Civil en sí misma, sino sus secuelas en forma de posguerra miserable y traumas sociopolíticos. Una mirada al archivo La Guerra Civil Española en el cine nos permite constatar esto: filmes tan asociados a la contienda como El espíritu de la colmena, El año de las luces o el documental Canciones para después de una guerra (ese que tanto enfureció al almirante Carrero Blanco) se ajustan al modelo descrito. Algo que prosigue en la actualidad, con títulos tales que Pa negre. Incluso filmes ambientados en los años de conflicto, como En brazos de la mujer madura, La hora de los valientes y Soldados de Salamina, se centran más en las delaciones y represiones de la retaguardia que en contarnos lo que pasó en el frente. Lo cual nos lleva a nuestro siguiente punto...

Porque no da para una buena película bélica

¿Por qué odiamos las películas sobre la Guerra Civil?

¿Cuál es el mayor atractivo de un filme sobre la II Guerra Mundial? Pues, como bien sabe Spielberg y sabía Robert Aldritch (Doce del patíbulo), entre otros cineastas, sus posibilidades para la épica al narrar la lucha contra las monstruosidades del nazismo. Algo todo lo matizable que se quiera (véase la estupenda serie Band of Brothers), pero que funciona muy bien a nivel narrativo... Y permite ofrecer una dinámica tradicional de buenos y malos. Algo que, tratándose de la Guerra Civil Española, es casi imposible: durante la dictadura, por razones que no es preciso enumerar, y después de ella por miedo a herir susceptibilidades. Eso por no mencionar la falta de presupuesto, que siempre va muy mal a la hora de rodar escenas de acción, la falta de tradición que tiene el género aquí, por razones obvias, o que la mayoría de cineastas interesados son o fueron auteurs más interesados en otro tipo de conflictos. Como ejemplos de lo contrario, podemos señalar a la ya citada Libertarias o a Tierra y libertad, de Ken Loach. Películas ambas que, en lo estrictamente histórico, pueden llevarse algún palo que otro por su manera de tomar partido.

Porque todas cuentan lo mismo, de la misma manera

¿Por qué odiamos las películas sobre la Guerra Civil?

Lo decimos sin recato: desde nuestro punto de vista, si El espinazo del diablo y El laberinto del fauno cayeron tan bien en España no fue sólo por esa calidad que las ha convertido en títulos de culto en EE UU. También fue porque Guillermo Del Toro aprovechó su ambientación para construir dos memorables historias de género, el terror en este caso. No es que faltasen ejemplos anteriores, pero salvo la memorable excepción de La vaquilla (comedia descacharrante donde las haya) la mayoría no destacaron por su calidad, sino por todo lo contrario: Jose Antonio de la Loma, padre fundador del 'cine quinqui', trató de marcarse un thriller en Metralleta Stein, con muy poca fortuna, mientras que Tengamos la guerra en paz fue una película de destape (ejem...) con Fedra Lorente y el humorista Paco Cecilio. Con dichas referencias, es comprensible que las películas sobre la Guerra Civil vayan asociadas a las imágenes de niños macilentos bebiendo tazones de malta con achicoria. Y así no se hace taquilla.

Porque el tema nos pilla (cada vez más) lejos

¿Por qué odiamos las películas sobre la Guerra Civil?

Durante muchos años, el grueso de los espectadores de cine en España se compuso de personas que, o bien habían padecido directamente la guerra, o que sufrieron sus consecuencias durante su infancia y adolescencia. Pero actualmente, la edad media de un cinéfilo español que va a las salas es de entre 25 a 39 años. Un sector de la población cuyo conocimiento del conflicto vendrá dado por su educación, por su ideología y por lo que hayan oído contar a sus padres o abuelos, con las consiguientes fluctuaciones de interés. Todavía hay más: el sector de público que acude a los cines con más frecuencia se encuentra en un rango de edad entre 12 a 24 años: seguramente, a ellos la Guerra Civil les sonará (intereses personales aparte) a lección de Historia en el colegio o instituto. Estos datos nos llevan a preguntarnos por qué no se realizan filmes sobre períodos más recientes, como la Transición, en los que hay material de sobra para construir un relato: irregular y todo, Balada triste de trompeta es un ejemplo interesante. Por otro lado, y obviando las meditaciones sobre si conviene hacer borrón y cuenta nueva (y sobre cómo hacerlo), nos parece en cierto modo halagüeño. Tras el paso de las décadas, al menos, las butacas no están llenas de hombres y mujeres que habían conocido los obuses y el racionamiento, tratando de encontrar en la pantalla imágenes que les ayudasen a entender qué demonios había ocurrido.

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