Píntame una película: 12 cuadros que hicieron historia del cine

'Shirley. Visiones de una realidad' pone en movimiento obras emblemáticas de Edward Hopper. Un procedimiento empleado ya por muchos directores (como estos)
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En el mundo de la pintura, las palabras "desesperación" y "Edward Hopper" están muy cerca de ser sinónimos. Con sus cuadros de paisajes desolados y personajes en actitud meditabunda, el pintor neoyorquino (1862-1967) trazó un panorama lleno de vacuidad existencial que deja huella en cualquiera que se acerque a sus lienzos. Algo que ahora reconoce Shirley. Visiones de una realidad, una película que se estrena esta semana en España y que pone en movimiento 13 de las obras más emblemáticas de Hopper. Aunque el esfuerzo del director Anton Deutsch es innegable, señalemos que la idea no es nueva: a la hora de concebir planos, escenas e incluso filmes completos, muchos cineastas han acudido a la pintura como modelo a seguir. Aquí tienes unos cuantos ejemplos.

Origen (Christopher Nolan, 2010) y M. C. Escher

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¿Qué necesitaba Nolan para convencernos de que el mundo onírico tiene sus propias reglas? Pues, como le enseña Joseph Gordon-Levitt a Ellen Page, un pequeño préstamo del ilustrador holandés, maestro de los paisajes imposibles. En concreto, esta escena está inspirada en Relatividad, un grabado de Escher que, a su vez, se vale de la paradoja óptica conocida como Escalera de Penrose.

Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) y Edward Hopper

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Un símbolo de la América Profunda, desolador en su decadencia y enclavado en mitad de un páramo... Estaba claro que el cuadro de Hopper titulado La casa junto a las vías del tren era la fuente de inspiración que 'Hitch' necesitaba para concebir el Motel Bates. Señalemos que Hopper, consumado cinéfilo además de pintor, identificó el guiño y se sintió muy halagado por él.

Barry Lyndon (S. Kubrick, 1975) y Joshua Reynolds

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Tan obseso de la documentación como siempre, Kubrick recurrió a prácticamente todos los maestros del siglo XVIII para ambientar las desventuras del trepa Ryan O'Neal. De entre las docenas de cuadros de Gainsborough, Zoffany, Hogarth, nosotros nos quedamos con los retratos de damas obra de Reynolds, que inspiraron los modelazos y los pelucones lucidos por Marisa Berenson en el filme.

Heat (M. Mann, 1995) y Alex Colville

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Frío como el hielo y ominoso como la pistola que nos muestra en primer término, el cuadro de Colville titulado Pacific es todo un film noir resumido en un lienzo. Natural que un cineasta tan minucioso como Mann se inspirase en él para uno de los mejores planos de su thriller de atracos (casi) perfectos: al final, resultó que el señor que nos daba la espalda en la pintura era Robert De Niro...

Los sueños de Akira Kurosawa (A. Kurosawa, 1990) y Vincent Van Gogh

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Por algo le apodaban 'El Emperador': aficionado a hacer las cosas a lo grande, Kurosawa no tenía suficiente con insertar, tecnología digital mediante, a uno de sus álter egos en varios cuadros del turbulento holandés. No, señor: el autor de Los siete samuráis tenía que fichar al mismísimo Martin Scorsese para dar vida a Van Gogh, en uno de los momentos más inolvidables (por lo delirantes) de su filmografía.

Las aventuras del barón Munchausen (Terry Gilliam, 1988) y Sandro Botticelli

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Tratándose de la diosa del amor y de la belleza, ¿a alguien le extraña que la figura central de El nacimiento de Venus fuera aquí encarnada por una Uma Thurman en el cénit de su encanto juvenil? Toda una sorpresa renacentista viniendo de un director tan barroco y desaforado como Gilliam, quien en otros filmes se ha inspirado en tremebundos lienzos de El Bosco. 

Alien (Ridley Scott, 1979) y Francis Bacon

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Tanto disertar sobre metáforas sexuales, viscosidades primordiales y la ropa interior de Sigourney Weaver... Y resulta que el remoto origen de los bichos xenomorfos estaba en el Vaticano. Concretamente, en ese Retrato del Papa Inocencio X pintado por Diego Velázquez que obsesionaba al siempre morboso Bacon: reinterpretada por el maestro inglés de una manera terrorífica, la imagen del pontífice sirvió de inspiración a H. R. Giger para dar forma a esa alimaña espacial que todos (salvo Sigourney) amamos tanto.

Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994) y Andrew Wyeth

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Bucólico en apariencia, pero terrible en la realidad (su modelo sufría poliomielitis), El mundo de Christina es un cuadro que ha fascinado a varios cineastas. Entre ellos hallamos a Terrence Malick (Días del cielo), Philip Ridley (La piel que brilla) y a un Zemeckis que se inspiró en él para la escena en la que Jenny (Robin Wright) se desahoga contra la casa en la que pasó su miserable infancia.

Lost in translation (Sofia Coppola, 2003) y John Kacere

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Cualquier cinéfilo o cinéfila con gusto por las formas femeninas admitirá que el pompis de Scarlett Johansson es una obra de arte en sí mismo. Y así lo supo ver la figlia de Francis Ford Coppola, retratándolo con una composición inspirada en Jutta, una muestra temprana de la escuela hiperrealista. Señalemos que gran parte de la producción de Kacere plasma opulentos traseros a escala supergigante...

Django desencadenado (Q. Tarantino, 2013) y Thomas Gainsborough

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De un clasicista irredento como Kubrick, nos lo podíamos esperar. Pero que Tarantino se inspirase en El joven azul (una cumbre del retrato inglés del siglo XVIII) para vestir a Jamie Foxx en su western-blaxploitation, supuso una sorpresa de órdago. Señalemos que al actor el traje le queda como un tiro de revólver entre las cejas, pero sospechamos que esa era la intención.

Nightwatching (Peter Greenaway, 1997)

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En 1982, Jean-Luc Godard se permitió el lujo de recrear La ronda de noche en la secuencia inicial de su Passion. Y, si hay un director vivo tanto o más chulo que el franco-suizo, ese es Greenaway: al inglés no le bastó con escenificar el cuadro más famoso de Rembrandt frente a su cámara, sino que centró todo este filme en la elaboración de una obra que, afirma, acabó costándole su carrera al pintor (Martin Freeman).

Viridiana (Luis Buñuel, 1961) y Leonardo Da Vinci

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Puestos a blasfemar, nadie como el director de Calanda: no contento con arrearle un vapuleo antológico al concepto cristiano de la caridad, Buñuel sudó tinta para que uno de los planos más impactantes de Viridiana reprodujera al dedillo la Última cena de Leonardo. Sólo que con un grupo de mugrientos mendigos en lugar de Cristo y los apóstoles, algo que sentó muy mal en el Vaticano... Y en España. Al lado de esto, la partida de tute a tres bandas entre Paco Rabal, Silvia Pinal y Margarita Lozano parece poca cosa.

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