Los 12 mejores orgasmos del cine

De lo cómico a lo violento, pasando por lo sensual: un repaso a esas 'culminaciones' que hicieron historia en la pantalla.
Los 12 mejores orgasmos del cine
Los 12 mejores orgasmos del cine
Los 12 mejores orgasmos del cine

El clímax. La culminación. La 'petite mort' de los franceses. El 'godere' de los italianos. Ese acto misterioso que a veces se llama 'irse' y, otras, 'llegar'. O, en cristiano, el orgasmo. Una reacción deseada y, a veces, temida, que fascina a los neurólogos, trae de cabeza a los sexólogos y cuya presencia, o ausencia, puede poner cabeza abajo la vida en pareja, no podía pasar desapercibida para el arte voyeurista por excelencia: tras haber repasado temas aledaños, como las mejores escenas de masturbación femenina o nuestro repaso al sexo real en las películas mainstream, esta vez hemos decidido no irnos por las ramas y profundizar en el asunto (con perdón) elaborando una lista de los mejores orgasmos de la historia del cine. En este repaso, muy suavecito por lo demás, podréis encontrar momentos que van desde lo violento hasta lo cómico, pasando por lo sensual. Ahora bien, no busquéis el momento cumbre de Meg Ryan en Cuando Harry encontró a Sally, porque aquí no vale fingir: todos estos momentos se ganaron su hueco en los anales del séptimo arte a base de gustirrín cien por cien auténtico.

Orgasmo rítmico

Lo gozamos en... Delicatessen (Jean-Pierre Jeunet, Marc Caro, 1991)

Tratándose de una comedia postapocalíptica y caníbal, de un humor más negro que el tizón y ambientada en una comunidad que ríete tú de La que se avecina, esta escena supuso un bienvenido (y sexy) momento de distensión. Aclamado pronto como una de las escenas más memorables de Delicatessen, el coito entre Jean-Louis Dreyfus, carnicero antropófago, y la prosti de buen corazón Karin Viard alcanza unas cotas tan efusivas que su tira y su afloja acaban transmitiéndose al edificio entero, reaccionando éste de forma proporcional al incremento del meneo hasta que todo acaba como tiene que acabar. Mucho ojo al último plano, donde el gag queda rematado de forma sutilísima a la par que aceitosa. ¿Qué dirá la ley de la propiedad horizontal acerca de momentos como este?

Orgasmo operístico

Lo gozamos en... El jovencito Frankenstein (Mel Brooks, 1974)

Para comprobar la verosimilitud de este momento, nuestro equipo de sexólogos cinéfilos ha hecho encuestas dignas de Alfred Kinsey, obteniendo dos posibles contestaciones: mientras que un cincuenta por ciento de las consultadas ha respondido con un tortazo de esos que te dejan la cara del revés, la otra mitad de nuestro universo estadístico nos ha mirado con cara rara antes de dejar claro que no, que ellas nunca han cedido al gozo carnal entonando "¡Oh, dulce misterio de la vida, por fin te he encontrado!", como esa Madeline Kahn que comparte un revolcón en el heno con el monstruo Peter Boyle. Dejémoslo, pues, en que al gran Mel Brooks le gusta exagerar en todos los sentidos.

Orgasmo elíptico

Lo gozamos en... Los Simpson (serie; ep. 13x4: Burns enamorado)

Según nos enseña la retórica, "elipsis" es la técnica consistente en omitir algunos momentos del relato, bien en favor de la agilidad narrativa, bien para provocar algún efecto en el espectador. Definición ésta muy adecuada para escribir la escena que puedes ver en el vídeo. Ahora bien: si hablamos de efectos, basta con ver el gesto satisfecho de Marge para saber que ese suero afrodisíaco (compuesto por las glándulas de "una especie de zorra que sólo vivió durante tres semanas en el siglo XVI") provoca el efecto deseado. Las expresiones de pasmo lucidas por Bart, Lisa Ned Flanders no hacen sino ratificar la efectividad del producto.

Orgasmo políglota

Lo gozamos en... Un pez llamado Wanda (Charles Crichton, 1988)

No hace falta haber leído el Kama Sutra para saber que las formas de llevar a tu pareja al clímax son tan abundantes como, a veces, inescrutables, dependiendo de las apetencias y los fetiches de cada cual. Algunas de esas técnicas, de hecho, ni siquiera precisan del contacto físico, como nos demuestran aquí John Cleese Jamie Lee Curtis: harta de malgastar su tiempo con ese Kevin Kline que ni siquiera es italiano, la maciza estafadora encuentra a su pareja ideal en un diplomático muy dotado... para los idiomas. El florido verbo italiano del ex Monty Python ("Ho sposato una donna che preferisce lavorare in giardino a fare l'amore appassionato!") lleva a Jamie Lee a las puertas del cielo, pero cuando a Cleese le da por el ruso... ¡Ay, cuando le da por el ruso!

Orgasmo divino

Lo gozamos en... ¡Como Dios! (Tom Shadyac, 2003)

Atención: en este caso, la palabra "divino" no se refiere a la calidad del placer alcanzado (aunque sospechamos que algo de eso hay) sino más bien al sistema empleado para procurarlo. Recién investido de poderes cósmicos por un Morgan Freeman supremo, Jim Carrey emplea su nuevo estatus para hacer que Jennifer Anniston alcance el paraíso en la Tierra. Repitiendo un par de veces la palabra "placer", acompañadas de gestos raros y unas muecas marca de la casa, Carrey lleva a su partenaire a una exaltación venérea que no sólo hace peligrar la instalación eléctrica de su edificio, sino que provoca en la moza unas inmediatas ganas de más mambo. La omnipotencia, es lo que tiene.

Orgasmo aullador

Lo gozamos en... Porkys (Bob Clark, 1982)

Además de entrar en el puticlub que da título al filme, y de hacer agujeros en las duchas de las chicas, los protagonistas de esta comedia guarrindonga y ochentera (pero, ojo, ambientada en los puritanos años 50) tienen otra misión ineludible: averiguar por qué Kim Catrall, la voluptuosa profe de gimnasia, recibe un apodo tan perruno como 'Lassie'. Según podrás comprobar en el vídeo de arriba, la respuesta salta a la vista. O, más bien, a los oídos.

 Orgasmo superheroico

Lo gozamos en... Watchmen (Zack Snyder, 2009)

En espera de que las producciones Marvel se prodiguen más en momentos sexys (seguro que los fans de Scarlett Johansson, y no digamos los de Chris Evans Robert Downey Jr., lo agradecerán muchísimo), la sátira superheróica adaptada por Zack Snyder nos ofrece un oportuno vistazo a cómo son los desahogos físicos entre aventureros disfrazados. Tras una larga noche limpiando las calles de escoria y ayudando a los inocentes, Malin Akerman y Patrick Wilson celebran su regreso a la acción culminando la noche en el aerodeslizador del segundo. Por si la escena, a ritmo del Halellujah de Leonard Cohen, no fuera lo bastante poco sutil, un inesperado chorro de llamas nos hace preguntarnos eso de "¿será una metáfora?". Y Alan Moore dirá lo que quiera, pero dicho detalle tan explicativo se hallaba ya en su cómic...

Orgasmo mecanizado

Lo gozamos en... Barbarella (Roger Vadim, 1968)

Las interacción entre la tecnología y los placeres de la carne ha sido explorada múltiples veces en el cine, desde el Orgasmatrón concebido por Woody Allen en El dormilón hasta la alta repostería informática del Merovingio en Matrix Reloaded. Aun así, por mucho que avancen las ciencias, nada superará a este encuentro en la cumbre entre Jane Fonda (agente espacial MUY ligera de cascos) y la 'Máquina Excesiva' del doctor Durand Durand (Milo O'Shea). Tras apresar a nuestra heroína y dejarla en pelota picada, el mefítico aparato y su no menos maligno creador pretenden asesinar a Barbarella llevándola a un gozo insuperable. Vana ilusión: la aventurera no sólo demuestra una lubricidad que deja a la máquina hecha trizas, sino que también se muestra un poco decepcionada cuando el pobre cacharro estalla en llamas al no poder seguir su ritmo. Está claro que a esta chica no la llaman 'La Venus del espacio' por nada.

Orgasmo combativo

Lo gozamos en... Una historia de violencia (David Cronenberg, 2005)

Descubrir que tu marido, aparentemente un  es un ex matón de la mafia con ciertos problemas de psicopatía tiene serios inconvenientes. Pero, como descubre Maria Bello en este filme del canadiense más morboso, puede tener también sus ventajas, sobre todo si el marido en cuestión es Viggo Mortensen. Sin ir más lejos, la revelación transmuta la apacible y satisfactoria, si bien algo chuchurría, vida amorosa de la pareja en un apoteósico recital de "ahora te pego, ahora te beso, ahora me..." celebrado en plena escalera del domicilio conyugal, y al término de cuyas manipulaciones la señora queda gimiendo como si no hubiese un mañana. Atención, chicos: si no sois Viggo, ni se os ocurra intentarlo.

Orgasmo de Oscar

Lo gozamos en... Monster's Ball (Marc Forster, 2001)

A lo largo de la historia del cine ha habido orgasmos más estruendosos, más divertidos y también más publicitados. Pero, tras observarla dejándose llevar por este tremendísimo cunnilingus, está claro que Halle Berry se ganó a pulso su Premio de la Academia. No contenta con dejar la pelvis de Billy Bob Thornton hecha un escombro en otra escena del filme, aquí la actriz reproduce con inusitada fidelidad los efectos de un orgasmazo de padre y muy señor mío, con sus jadeos, sus sudores, sus espasmos y su crujir de dientes. ¡Un aplauso, por favor!

Orgasmo radiofónico

Lo gozamos en... Partes privadas (Betty Thomas, 1997)

Rodada ex profeso para que Howard Stern (el locutor más polémico de la radio estadounidense) luciera su gusto por la provocación y su viperina lengua, Partes privadas pasó desapercibida en España, merecidamente. Pero una de sus escenas merece un hueco en este informe: nos referimos a aquella en la que, tras recibir una inusual petición en antena, Stern lleva a una oyente al clímax mediante una combinación de locución lujuriosa y su capacidad para emitir estimulantes murmullos de baja frecuencia que convierten un humilde (si bien voluminoso) bafle en un potente vibrador. ¿Machista? Pues sí. Pero no nos negaréis que tiene su gracia.

Orgasmos múltiples

Lo gozamos en... Amélie (Jean-Pierre Jeunet, 2001)

Empezamos este informe con una escena de Jeunet, y con otra nos despedimos. Porque parece que el cineasta francés tiene una debilidad especial por los clímax poco usuales o, como mínimo, peculiares: así pues, cuando Audrey Tautou se pregunta cuántas personas estarán llegando al orgasmo en París en ese preciso momento, sin importar los medios o la compañía usados para tal fin, la magia del montaje no vacila en revelarnos que la respuesta es "¡Quince!".

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