Lo mejor y lo peor de 'El Rey León, el musical'

El musical creado por Julie Taymor a partir del éxito de Disney desembarca en la Gran Vía madrileña con una producción que está a la altura de las de Broadway, Londres o Paris. Por DAVID BERNAL
Lo mejor y lo peor de 'El Rey León, el musical'
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No basta con tener una película con canciones excelentes para fabricar un musical de éxito. Disney lo intentó con La Sirenita y Tarzán, dos cimas que abrieron y cerraron la Segunda Edad Dorada de la compañía, pero su paso por Broadway fue tan anecdótico como fugaz. El Rey León, sin embargo, se ha convertido en un fenómeno de masas mundial que ha conmovido a cincuenta millones de personas en trece países (actualmente se representa en seis). El mérito es, sobre todo, de la propuesta escénica de Julie Taymor. En lugar de optar por una ilustración literal del filme de 1994 hecha con peluches (o peor: una nueva versión de Cats), la reputada directora de cine, ópera y teatro ha conseguido acercar la cultura africana (y los orígenes mismos del teatro) al gran público con un original montaje que aglutina, sin caer en el pastiche, máscaras africanas, marionetas, técnicas japonesas -del kabuki y el bunraku del siglo XVII- o el teatro de sombras balinés. El resultado es una experiencia teatral (ha costado diez millones de euros) que dinamita las fronteras entre alta y baja cultura.

CINEMANIA asistió al preestreno para hacer una serie de reflexiones que sirvan como guía para ver un musical que no te puedes perder si tu infancia también estuvo marcada por la muerte de Mufasa.

1. Duda despejada: está a la altura. Del mismo modo que un Big Mac sabe igual en Rusia o Australia, los musicales made in Broadway, al tratarse de franquicias, son iguales en cualquier parte del mundo. Con El Rey León sin embargo había cierto escepticismo porque se trata de un montaje con unas necesidades muy especiales, ya que al mezclar el folklore africano con la música pop gran parte del elenco debe ser afroamericano. La solución ha sido importar gran parte del equipo artístico (compuesto por 53 actores y 21 músicos). También se han reciclado los elementos escénicos del montaje parisino y se han hecho algunas reformas en el teatro Lope de Vega. De este modo la producción española es exactamente igual que la de Broadway o el West End.

2. Sentirás la llamada de África. Cuando el musical se estrenó en Nueva York en 1997 un crítico dijo que tenía "los mejores primeros quince minutos de la Historia de Broadway". Y razón no le faltaba, porque la apertura –con un desfile de animales al son del tema El ciclo de la vida– pone los pelos de punta y te sumerge de lleno en la sabana africana. Gran parte del mérito es de los guturales cantos del chamán Rafiki, interpretado por la artista sudafricana Brenda Mhlongo, que anteriormente hizo lo propio en las producciones de Hong Kong, Alemania o Broadway. Su energía inunda el teatro Lope de Vega del espíritu de África. A partir de aquí todo va ligeramente cuesta abajo con una segunda parte más floja.

3. La obra cumbre de Julie Taymor. Pese a ser una de las directoras de ópera, cine y teatro más prestigiosas del mundo, pasará a la Historia por su montaje de El Rey León. En él pudo recoger todo lo aprendido en los cuatro años que vivió en Indonesia cuando era joven o en la Escuela de Mimos de Jacques Lecoq en Paris. En cine ha tenido una carrera marcada por la irregularidad que empezó con Titus, aquí estrenada con dos años de retraso, siguió con el biopic de Frida, su mayor éxito, y continuó con Across the Universe, musical con canciones de los Beatles que fue un fiasco. Su reciente versión cinematográfica La tempestad permanece inédita por estos lares y hace poco fue despedida del catastrófico (y carísimo) montaje del musical de Spider-man con música de Bono y The Edge.

4. Un musical interactivo. Uno de los grandes atractivos del montaje es su carácter conceptual. Taymor aplicó la ley del menos es más a una escenografía de acento minimalista que el espectador debe completar con su imaginación. El decorado es un fondo en blanco –iluminado según la sensación que se quiera transmitir– y los animales son marionetas de las que solo vemos el armazón. Uno de sus elementos clave es el llamado “doble acontecimiento”, que consiste en colocar una máscara sobre el cráneo del actor para que el espectador decida si quiere mirar al hombre o al animal. Esto, que es todo un acierto, puede sacar de la historia a espectadores que no tengan mucha predisposición o cierto bagaje previo.

Lo mejor y lo peor de 'El Rey León, el musical'

5. No podrás cantar las canciones. No solo por respeto al resto de espectadores, sino porque dentro de la nueva traducción que ha hecho el barcelonés Jordi Galcerán también se incluyen todas esas canciones que marcaron nuestra infancia y son todo un icono cultural. Así, El ciclo de la vida pasa a ser El ciclo vital y Preparaos se titula ahora Conspirar. El musical, por cierto, incluye tres nuevas canciones de Elton John y Tim Rice, como la sobrecogedora Están en ti, que fueron recogidas en un disco con arreglos de Lebo M, Rhythm of the Pride Lands, que fue publicado en 1995. El Hakuna Matata, por suerte, se queda igual.

6. Guiños locales: ¿Eran necesarios? Pese a que prácticamente no se ha cambiado una coma del montaje original, se han introducido algunos guiños de carácter local con el fin de hacer más cercano el humor y algunos personajes. Esto le imprime un innecesario toque casposo que sin embargo es celebrado por una parte del público con carcajadas. Que el pájaro Zazu se arranque por Joselito, el Pequeño Ruiseñor, o cante El Chiringuito de Georgie Dann como forma de torturar a Scar, puede tener su gracia, pero el deje andaluz de Timón tiene los mismos efectos que tendría meter a uno de los Morancos en un montaje shakesperiano. Ozú, ¡qué coraje!

7. Scar es un gran villano. Cuenta el animador Andreas Deja que cuando Oprah visitó su despacho y vio una escultura de Scar le preguntó si era gay. Una posibilidad que aquí se confirma con la interpretación de Sergi Albert, que compone un Scar amanerado, maquiavélico y carismático que sigue la tradición de los grandes malos de Disney. El actor no es nuevo en la destilación de la maldad ya que hizo de Gastón en La bella y la bestia y de Herodes en Jesucristo Superstar. Cada vez que aparece en escena hipnotiza al público. Es el gran roba-escenas de la función.

8. Los acentos cantan un poco. En el montaje se dan cita hasta trece nacionalidades. Simba está interpretado por el triunfito mexicano Carlos Rivera; Mufasa es panameño y Nala brasileña. La actriz que interpreta a Rafiki, por ejemplo, no habla español y se sabe el texto fonéticamente. Esto da lugar a una ensalada de acentos que no molesta demasiado y, aunque se irá homogenizando en sucesivas representaciones, enriquecen el rollo multicultural cultural del asunto.

9. Los cachorros lo hacen bien. En España no hay tradición de musicales y, por tanto, tampoco de enseñanzas artísticas en las escuelas, por eso es muy difícil encontrar a niños que sepan actuar, cantar y bailar bien en las producciones que lo requieren. Conscientes de esto, la productora Stage Entertainment hace dos años puso en marcha una escuela de El Rey León en la que formaron a sesenta niños de los que finalmente seleccionaron a diez que se irán turnando para interpretar a Simba y Nala de cachorros. Los que nosotros vimos –David García y Yamileth Cayetano– lo hicieron de maravilla.

10. Es el ciclo de la vida. El musical es una buena forma de ir abriendo boca antes del reestreno de El Rey León 3D el 21 de diciembre y la salida al mercado de la edición Diamante en Blu-ray. Los espectadores que en 1994 quedaron hechizados con la historia de Simba podrán completar así un ciclo vital que, como el propio filme, termina como empezó.

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