[Goya 2017]: Ganó la ira

Fue la noche de Raúl Arévalo con permiso de 'Un monstruo viene a verme', de J. A. Bayona, aunque ninguna película nominada se fue sin galardón
[Goya 2017]: Ganó la ira
[Goya 2017]: Ganó la ira
[Goya 2017]: Ganó la ira

La 31 edición de los premios venía con hashtag de boicot. Estas almohadillas, los nuevos pelotones, prometían grandes aglomeraciones y manifestantes a las puertas de la alfombra roja. Pero una cosa es ser muy español y, al parecer, otra es irse un sábado a las tantas de la noche al Marriot Auditorium, hotel allá por Barajas donde se entregan estatuillas y ruedan pelotillas de esas del desierto. La ira de este país tan cabezón venía envuelta en papeles de Panamá, truebismos y la matraca de las subvenciones. De trolls tuiteros prefiriendo un Velázquez a un Buñuel, de perfiles anónimos despreciando el trabajo de profesionales que se ganan la vida como carpinteros, figurinistas, maquilladores o conductores. Gente como ellos. Una pena.

[Goya 2017]: Ganó la ira

La noche comenzó enérgica con los trombones de la Film Symphony Orchestra y el monólogo de Dani Rovira, tres veces presentador de los Premios Goya, tres tristes tigres, sus tres perros y ¡el trío de Jose Coronado! (más chistes de esos y menos juegos de palabras, por favor), colleja latina para Donald Trump y otra a nuestros políticos. Bien pensado eso de contar quién era Yvonne Blake, nueva presidenta de la Academia pero también la guiri que diseñó el pijama de Superman y la sabanica de Jesucristo Superstar. Pero enérgico era también el primer premio de la noche que los periodistas traíamos escrito de casa. La ópera prima de Raúl Arévalo era la otra ira favorita de la noche, y su dedicatoria feminista al ganar como mejor director novel, la nuestra. El speech en tacones (cercanos) de Rovira también fue bastante molón, pero ojo: De los 120 nominados en la 31 edición de los Premios Goya, sin contar actores y actrices, sólo siete eran mujeres y sólo una directora.

Lo de Timecode, corto nominado al Oscar, tampoco fue sorpresa. Ni lo de Silvia Pérez Cruz. Pero sí la explosión de técnicos (fotografía, sonido, maquillaje, producción, efectos especiales, música, montaje y arte) para Un monstruo viene a verme que casi ahogan en lágrimas a los gemelos Bayona tomando tila. Tenía un compás la gala un tanto inusual, rápido y brioso, aunque siempre existía el riesgo de que aquello volviese a lo de años anteriores, esa masa pastosa con los andares de un Furby sin pilas. Pero no. Quizás era la alegría del doble premio para Alberto Vázquez, animador del corto Decorado y del largo Psiconautas. O la cara de Ken Loach al oír a Rovira hablar inglés. Y eso que todavía no se olía lo de irse de vacío ni el "Spencer Tracy" de Ana Belén.

[Goya 2017]: Ganó la ira

Manolo Solo le dedicó el Goya a mejor actor de reparto a sus amores imposibles y Emma Suárez, doble premio, recalcó que hacer La próxima piel les costó a Isaki Lacuesta e Isa Campo (ni rastro de ellos en la gala) la friolera de diez años. Roberto Álamo le brindó su único Goya a Que Dios nos perdone, Alberto Rodríguez y Rafa Cobos fueron parcos en palabras al recoger el premio a mejor guión adaptado por El hombre de las mil caras, un lapsus antes de que Tarde para la ira cogiese la carrerilla final con permiso de J. A. Bayona, mejor director.

[Goya 2017]: Ganó la ira

No nos libramos del musical (¿por qué? ¿por qué?) en una gala que incumplió otra vez la promesa de ser breve, pero Mariano Barroso, vicepresidente de la Academia de Cine y escudero de Yvonne Blake, fue impecable en su discurso (“No somos un sector que vive del Estado, somos un sector que genera riqueza, actividad y oportunidades de empleo para la sociedad española”) que, además, llegó bien sujeto con datos: el Estado ha recaudado en IVA de entradas al cine 28 millones de euros más de lo que va a gastar en él. Datos que, por otra parte, iban salpimentando como quien no quiere la cosa las lecturas de los nominados. Bien por la Academia de Cine que, por una vez, ha escrito un guión que mira a la realidad española y le ha explicado sin reproches al público por qué la matraca de las subvenciones no se sostiene. Ganó la ira. Pero la de Raúl Arévalo y no la otra.

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