[Goya 2016]: Tarde de perros

'Truman', de Cesc Gay, gana cinco de las seis estatuillas a las que estaba nominada, incluida mejor película, director y actor protagonista (Ricardo Darín)
Julián López, de García Madrid.
Julián López, de García Madrid.
Julián López, de García Madrid.

Afuera la gente jugaba a disfrazarse y, dentro, la industria del cine también. De musical, para empezar (y para variar), en el comienzo de una gala con refrito melódico y monólogo de Dani Rovira que quizás, tal vez, fuese un homenaje encubierto a los 30 años de historia de los premios. Ojo, hubo rap, pero no de Resines. Inserte aquí su “oh” de decepción.

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Bien. En el Hotel Marriott Auditorium de Madrid la noche de la trigésima gala de los Goya había disfraces para todos. Podías disfrazarte de majete, como el ganador más rápido de la noche, Lucas Vidal (mejor canción y música) o de juventud perdida con un futuro repentino, como Miguel Herrán, mejor actor revelación gracias a Daniel Guzmán (A cambio de nada). Había también un disfraz cojonudo de democracia pactada, como los primeros premios técnicos de la noche (bien repartidos entre Nadie quiere la noche, Palmeras en la nieve, La Novia y El desconocido) y como la pajarita de Pablo Iglesias. No fue el único político de la noche aunque todos pasaron fugaces por la alfombra que hacía juego con sus líneas rojas. No como Daniel Guzmán, el actor de A cambio de nada que se llevó el Goya a mejor director novel dedicándole el premio a su abuela. Ni como Antonio Resines, conciso y casi apresurado, pero directo al grano con el IVA y las clamorosas cifras de la piratería –¿1900 películas descargadas al minuto?–. Ojo, y con autochiste del rap. ¡Crack! Inserte aquí su “ah!”.

Un disfraz muy chulo también era el de Tim Robbins mirando a Javier Cámara recoger el Goya. O el de Mariano Ozores patrocinando Cine de Barrio con su cabezón de Honor. El atuendo de mago estaba de más, aunque sirviese para anunciar el tercer Goya de Lluís Castells y el primero y último de la noche para Anacleto, agente secreto. Para entonces el gran carnaval iba bastante empatado y con las dos favoritas de las quinielas (La Novia y Truman) por debajo del resto. Ganaba Coixet (cuatro estatuillas) y perdía… Oscar Jaenada. Premio al peor disfraz. Ah, bueno, y el capitalismo, que hace llorar a Irene Escolar más que su premio a mejor actriz revelación.

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Careta de Serrat ya no había. Pobre Juliette Binoche, que nadie le explicó lo de los fantasmas del Roxy. Ni el dueto lésbico de Dani Rovira y Berto. Ni el chiste de UPyD a Penélope Cruz. Ni la subida de volumen en los discursos largos. Ni el In Memoriam con banda sonora de Amenábar, por eso de haber dejado a Regresión fuera de la porra. Todas estas cosas se le tuvieron que escapar a la bella y perfecta protagonista, entre otras cosas, de Nadie quiere la noche, que se quedó sin premio (sorpresa lo de Natalia Molina y su reivindicación maternal y femenina) cumpliendo esa máxima de dejar a los de fuera a dos velas y que sólo consiguió saltarse Ricardo Darín por Truman (mejor actor), impecable con los políticos ("hagan algo por la cultura porque es lo único que hay que hacer") y con la musiquita.

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Había también disfraces de escritor de portada del ¡Hola! para entregar los guiones adaptados y originales. Vargas Llosa y Elvira Lindo (su lindo chiste a la Presley no hizo demasiada gracia) se los dieron a León de Aranoa (primer Goya para Un día perfecto) y a Tomás Aragay y Cesc Gay (Truman). Para él fue el galardón a mejor director y para Marta Esteban, su productora, fue el de mejor película. Así acababa la gran noche del cine español, el otro gran carnaval. Tocaba fiesta y celebrar. Pero España, afuera y por dentro, seguiría siendo la misma por la mañana. Al despertarnos. Como el inglés de Dani Rovira. España, con abuela o sin ella, ese lugar en el que puedes tardar diez años en hacer una película. Y en el que hay 1900 descargas de películas por minuto. Y en el que sólo un 8 % de los profesionales que dirigen son mujeres. Ese país que homenajea a Buñuel y lo confunde con una batucada. Por mucho disfraz que anoche llevase puesto por dentro y por fuera.

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