[Gijón 2016] Día 2: La Tortuga Roja, otras bestias y dónde encontrarlas

Studio Ghibli se salda otra obra maestra en una jornada sólida, con tres producciones de un nivel que esperemos que le resto de festival pueda mantener.
[Gijón 2016] Día 2: La Tortuga Roja, otras bestias y dónde encontrarlas
[Gijón 2016] Día 2: La Tortuga Roja, otras bestias y dónde encontrarlas
[Gijón 2016] Día 2: La Tortuga Roja, otras bestias y dónde encontrarlas

¿De qué se habla en Gijón? Del regreso de Bill Plympton a la ciudad, por cuarto año consecutivo, siempre con su maletín repleto de dibujos y DVDs y BluRay para su venta ambulante. Verle es una mezcla entre tristeza y ternura, más cuando asume que la culpa de que no haya apoyo hacia la animación para adultos recae en "los éxitos de Pixar, Dreamworks y Disney". Cierta fiesta de salchichas podría decirle lo contrario, ¿verdad? Las salas están repletas en las sesiones de la tarde, lo cuál es una muy buena señal porque esto empieza a coger forma de festival de cine como los de antes. Veremos lo que dura.

¿Qué películas has visto? Día tranquilo, de transición, pues será el lunes donde la cosa comience a ponerse más rígida en visionados y también, presumiblemente, en el tono de las propuestas. Por aprovechar el tiempo, hemos recuperado dos de los largometrajes de animación más aplaudidos de este 2016 y también una producción que ha sido elegida por Finlandia para representar al país en los Oscar. Empezando por esta última, se trata de El día más feliz en la vida de Olli Mäki (Hymyilevä mies) de Juho Kuosmanen, premio al mejor largometraje de la sección Un Certain Regard en el Festival de Cannes. Se trata de un film biográfico que gira en torno a la figura del boxeador Olli Mäki y en particular a uno de los combates que definirían para siempre su carrera, allá por 1962. Lo peor que se puede decir de la propuesta es que es más convencional de lo que podría, especialmente a nivel puramente formal, porque todo lo demás son hallazgos en un film que se reserva momentos íntimos de bastante vuelo. Su apuesta por el blanco y negro, el grano en la imagen y la saturación de la luz le confiere una atmósfera entre los fantasmal y lo alucinado, también un aura clásico que rebosa estilo y permite a Kuosmanen demostrar de qué es capaz en la composición y la construcción de los planos. Lo que destaca aquí no es tanto la importancia que se le da al boxeo, como sí la relación que se establece entre Mäki y su novia, siendo un film que se acerca más a lo íntimo de lo que podría esperarse leyendo su sinopsis. Esto no significa que no haya secuencias de combate; las hay. Y están magníficamente filmadas, coreografíadas e incluso interpretadas por un Jarkko Lahti pletórico. Una película atípica entre los biopics sobre boxeadores ilustres, bellamente construida y con un desarrollo original y distintivo. Merece la pena.

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Entrando ya en el terreno animado, La vida de Calabacín (Ma Vie De Courgette) de Claude Barras supone el salto al largometraje de su director tras una buena trayectoria como cortometrajista, y para ello ha decidido adaptar una novela Gilles Paris que comienza como una especie de realismo mágico a lo Jeunet para transformarse en un pequeño cuento humanista sobre almas perdidas y corazones rotos, que terminan por encontrarse y curarse respectivamente. La historia, la de un niño que tras la muerte de su madre es enviado a un centro de menores, en otras manos habría sido convertida en un drama insoportable sobre la pérdida o las dificultades sobre la integración del joven en un entorno hostil y con sus propias reglas marcadas. Pero aquí se opta por un enfoque diferente, más cándido y quizá fantasioso, pero no por ello menos válido. Barras permite que nos encariñemos de sus personajes, les veamos evolucionar y entendemos sus movitaciones, y hace algo dificilísimo que es construir una narrativa en torno a niños y que ninguno de ellos acabe cayendo pesado. Por supuesto, ayuda mucho el que sea un film en stop-motion de una belleza plástica indiscutible, con un tono muy ligero y un aire de cuento moral que encaja a la perfección con lo que se quiere contar. Vista la película, de poco más de una hora de duración, se entiende perfectamente que haya arrasado internacionalmente en festivales como Annecy y San Sebastián, además de ser el film elegido por Suiza para representarles en los Oscar.

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Y para concluir, una de las mejores películas del año, animadas o no: La tortuga roja (La tortue rouge) de Michael Dudok de Wit. Como con Barras, en este caso supone también el salto al largometraje del cortometrajista ganador del Oscar con la maravillosa Father and Daughter, y lo ha hecho de la mejor forma posible, aliándose con el estudio de animación más importante de los últimos 30 años en el terreno artístico. Studio Ghibli. La tortuga roja es una historia sobre un náufrago que llega a una isla desierta y tiene que sobrevivir, con la única compañía del animal que da nombre al film. Con un concepto tan sencillo, el director es capaz de crear una de las piezas de animación más hermosas de los últimos tiempos, una aventura que prescinde de la palabra y se lo juega todo a la imagen para construir una historia bellísima sobre superación, creencia, el amor y nuestra comunión con la naturaleza. Temas muy habituales en Ghibli, que en este caso coproduce el largometraje junto a varias entidades francesas pero cuya impronta va más allá de haber aportado dinero en la producción, con Isao Takahata como supervisor artístico y otros miembros del equipo apoyando a De Wit en este salto al largometraje.

Lo más definitorio de la película no es que sea capaz de contarlo todo, perfectamente además, sin la necesidad de introducir diálogos. Es que sus imágenes tienen una fuerza expresiva que remite a Alekander Petrov o Yuriy Norshteyn, donde cada plano tiene un significado y cumple una función narrativa, o aporta nuevos detalles sobre lo que está pasando o sucederá a continuación, sin descuidar ningún aspecto en particular que pudiera debilitar la riqueza de sus ideas y conceptos. Pareciera una obra primigencia, vírgen de los pecados del cine actual, que se encuentra atrapada en una burbuja de atemporalidad. Una obra maestra en la que se han juntado las mentes más privilegiadas del cine de animación europeo y japonés, que entraría sin esfuerzo en un top 10 de los mejores largometrajes salidos de Studio Ghibli. Por suerte se estrenará en España en un par de meses, esperemos que en las salas suficientes para que pueda apreciarse de la forma que merece. Y a poder ser con buenos equipos de sonido, porque la banda sonora que ha compuesto Laurent Perez del Mar para la ocasión es de las que da para escuchar una y otra vez.

¿Con qué imagen te quedas? Un padre, una madre y su hijo recogen madera en el bosque para hacer una hoguera lo suficientemente grande como para que alguien vea el fuego a lo lejos y les pueda socorrer. Pertenece a La tortuga roja, la última producción de Studio Ghibli, y una de las películas más hermosas de este año.

¿Qué te has perdido? La mécanique de l’ombre, thriller de espionaje francés protagonizado por François Cluzet, y que ha gustado bastante por aquí. Y Mimosas de Oliver Laxe, pero que no cunda el pánico: está grabada a fuego en uno de los próximos días del festival, pues es una cita ineludible tras su paso por festivales como Cannes o Sevilla.

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