¿Es posible el porno para mujeres?

SÓLO PARA ADULTOS El éxito de '50 sombras de Grey' reaviva el debate: las chicas que hacen cine X, y las que lo consumen, son muchas más de las que parecen.
¿Es posible el porno para mujeres?
¿Es posible el porno para mujeres?
¿Es posible el porno para mujeres?

Comencemos recordando unos cuantos hechos básicos. Para empezar, y por mucho que aún se espete desde las barras de los bares, eso de que “a las mujeres no les gusta el sexo” es una mentira como una casa. De lo cual se deduce que, sí, el cincuenta por ciento de la humanidad también tiene fantasías sexuales. Y, al igual que los varones, ellas también pueden apoyar (y apoyan) esas fantasías en contenidos audiovisuales. ¿A dónde queremos ir a parar? Pues muy sencillo: pese a las toneladas de prejuicios al respecto, y a la imagen tópica de una chica sufriendo un patatús al descubrir los tesoros del disco duro de su novio, hay muchas mujeres que también ven cine pornográfico. Así como suena, chicos: asumidlo.

Ahora bien, ¿qué clase de porno ven las mujeres que ven porno? ¿Hay un cine X realizado a la medida de sus demandas? Y, en caso de haberlo, ¿quiénes lo realizan, y cómo? En CINEMANÍA estamos deseando saberlo, de modo que nos hemos lanzado a la búsqueda de declaraciones y ejemplos, con una pregunta por bandera: ¿es posible el porno para mujeres?

Algo más que órganos (sexuales)

“Cuando tenía 14 años, en Suecia, una compañera de clase nos contó a mí y a mis amigas que había encontrado una peli porno en VHS en el cajón de sus padres”, comenta con mucho humor la cineasta Erika Lust. “Nos juntamos unas cuantas a verla, y fue más divertido que otra cosa: nos reímos mucho”. Por si el título de su primer largometraje, Cinco historias para ellas, no fuese lo bastante claro, esta directora y productora afincada en Barcelona dejó clara su postura en su libro Porno para mujeres, en el que investigaba sobre la actitud femenina ante el cine X. Cabaret Desire, su último filme hasta la fecha, es el último paso en una carrera que comenzó en 2004 con el corto Ser o no ser una buena chica, y cuyo propósito es desbancar un mito: “Que el porno es sólo ‘eso que miran los tíos”.

Cabaret Desire - Trailer from Erika Lust on Vimeo.

“Trabajaba en productoras y estudiaba cine”, nos cuenta la cineasta, “y cuando conocí a una actriz que trabajaba para [el emporio de cine porno] Private, se me encendió la lucecita”. De este modo, Erika Lust comenzó a desmontar tópicos. “Comencé a ver porno ‘en serio’ alrededor de los 20 años, una época en la que el sexo es muy importante, y como estudiaba Ciencias Políticas veía estructuras por todas partes”. Dichas estructuras, explica se basaban en que las películas X estaban “hechas y pensadas para hombres”. “La mujer nunca es la protagonista, sólo un objeto bello que trabaja para el placer masculino”, abunda Lust, señalando que este vicio “también está presente en el cine mainstream, donde los personajes femeninos siempre son heroínas, madres o putas. Y me pregunté ‘¿Por qué tiene que ser así?”.

Asumiendo que existe un porno con espacio para la mirada femenina y heterosexual, ¿qué lo diferencia del cine ‘para adultos’ de toda la vida? Para darnos su respuesta, Erika Lust hace un poco de historia. “En los 70, cuando arrancó el género, muchos filmes porno estaban pensados como películas: tenían una historia, y cuidaban la producción”, explica. “Pero con el tiempo, y sobre todo tras la llegada de internet, llegas a productos con poco interés visual”. Es decir, a lo que se denomina gonzo, centrado en el ‘aquí te pillo, aquí te mato’ y en las situaciones extremas, algo que (comenta Erika) resulta “más y más antierótico” para las espectadoras. “Cuando hablo con chicas, veo que hay tendencias de todo tipo, pero generalmente a ellas les gusta ver algo más estético y con contexto: los chicos ven una pareja en ello, y se ponen. Ellas agradecen saber por qué se están enrollando”. “Queremos ver expresiones, cuerpos, y no sólo órganos”, resume.

El ‘postporno’ contra el “deseo hegemónico”

Mientras que los postulados de Erika Lust se parecen (y lo decimos con toda la simpatía) a los de Burt Reynolds en Boogie Nights, los de María Llopis están en sus antípodas. Esta licenciada en Bellas Artes se mueve en los términos del postporno, un género que, en sus palabras, “cuestiona la producción de imágenes sexualmente explícitas desde el feminismo pro-sexo”. Fan confesa de la actriz Belladonna (ex pareja de Nacho Vidal), Llopis no parece de acuerdo con la idea de un porno hecho para mujeres: “Como dice [la escritora y músico] Lydia Lunch, si vas a una tienda de discos y te llevas uno al azar, probablemente sea una mierda: en el porno pasa lo mismo”, dice. De hecho, su opinión sobre el trabajo de Erika Lust no es nada positiva: “El ‘porno para mujeres’ es un concepto inventado por la industria”, señala, vinculándolo con una línea “estereotipada, heterosexista y sumisa”. “Pero también hay mujeres haciendo un porno duro buenísimo, y de hecho existe una demanda femenina brutal de hardcore”.

postpornoDesde luego, los postulados de Erika Lust no tienen nada que ver con los de María Llopis y el resto de autoras de postporno: la cineasta sueca es la primera en reconocer que su obra está pensada desde términos más accesibles (“Para chicas que leen Marie Claire”, bromea). Sin embargo, y sin saberlo, ambas coinciden en una cosa: la demanda femenina de cine X, más o menos duro, es mucho mayor de lo que se sospecha. “Las mujeres descargan el 30 por ciento del porno que se produce en internet”, afirma Lust. Y comenta que la distribución online ha supuesto un factor de empoderamiento para las actrices: “Antes, estaban vinculadas a las productoras por unos contratos muy duros, pero ahora una actriz puede capitalizar su trabajo a través de internet. Además, hay cada vez más mujeres en posiciones ejecutivas”.

Volvemos a señalar algo obvio, no obstante: las lesbianas existen. Como también existen las mujeres que enfocan su sexualidad desde ópticas no convencionales. Y ese es, en principio, el campo de acción del postporno. De ahí que este género se suela encasillar como hecho por y para mujeres gays y transexuales. María Llopis, heterosexual ella misma, lo desmiente categóricamente, pero Elena Urko, del colectivo Post-Op, considera que “está hecho en su mayoría por bolleras y por trans, precisamente porque hasta ahora éramos los más olvidados para la pornografía convencional”. “Hace unos años, por ejemplo, era casi imposible encontrar porno de bolleras butch, o ‘camioneras”, aporta. “Hoy, aunque haya que rebuscar mucho, se puede encontrar”.

En todo caso, las artífices de postporno coinciden en su intención de saltarse a la torera las categorías, no ya del cine X, sino de los roles sexuales socialmente aceptables, hasta el punto de generar “desasosiego o malestar” (según Elena Urko) para el ojo no avisado. Y también están de acuerdo en algo más: en el postporno no trabajan chicos, o trabajan muy pocos. Y los hombres heterosexuales brillan en él por su ausencia: “ellos no tienen necesidad de rebelarse, su deseo es el hegemónico. Es como si me preguntas por qué el hombre blanco hetero no tiene un frente de lucha en Occidente”, sentencia María Llopis.

Grey no, gracias

Visiones antagónicas aparte, tanto la actitud más convencional de Erika Lust como la línea radical del postporno coinciden en algo: no les gusta nada 50 sombras de Grey. Dado que las novelas de E. L. James han reavivado el debate sobre el gusto femenino por el erotismo o la pornografía, preguntar sobre ellas es inevitable. Y las respuestas no son nada positivas. Erika Lust lo considera “un proceso importante de marketing, que hace que tus amigas se acerquen y te digan ‘¡Lo tienes que leer!”. Aunque, a la hora de la verdad, el primer libro de la trilogía le ha aburrido bastante, Lust reconoce que “ha abierto puertas: se nota que había un hambre importante de erotismo, y está bien que la sociedad sepa criticarlo”. María Llopis es mucho menos clemente. Según ella, esta fanfiction de Crepúsculo convertida en éxito de librería “no es pornografía: es una novelita rosa de ínfima calidad literaria. Y punto”. “Ahora está de moda decir que cualquier cosa es pornografía", remacha.

Ester (la piel no dice mentiras) from Rut Suso on Vimeo.

En cualquier caso, la actividad y el movimiento están ahí. Mientras Cabaret Desire, de Erika Lust, se distribuye a través de una empresa tan importante como Cameo (en versión no explícita, eso sí), un trabajo de postporno español como Pasión por el fútbol, de Rut Suso y María Pavón, recibe el premio al Mejor Cortometraje en el Pornfilmfestival de Berlín, mientras Ester (La piel no dice mentiras), otro corto de las mismas autoras, se ha exhibido como material de educación sexual para jóvenes. Quedan muchas preguntas en el aire, pero la principal ha sido respondida: no hay un solo ‘porno para mujeres’, sino que hay muchos. Queda por ver cómo, y de qué manera, nos damos todos por enterados.

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