¿Es ‘El cuento de la princesa Kaguya’ la mejor película de animación de la década?

La última película de Isao Takahata es un milagro de la animación, una obra de arte que no puede, no debe, pasar desapercibida. Estos son los motivos de nuestro entusiasmo.
¿Es ‘El cuento de la princesa Kaguya’ la mejor película de animación de la década?
¿Es ‘El cuento de la princesa Kaguya’ la mejor película de animación de la década?
¿Es ‘El cuento de la princesa Kaguya’ la mejor película de animación de la década?

Cuando Hayao Miyazaki decidió retirarse en 2013 muchos elucubraban sobre el fin de Studio Ghibli. ¿Había vida detrás del director de El viaje de Chihiro? Este fin de semana se estrenan dos películas del estudio japonés que contestan a esta pregunta con un rotundo sí. Una de ellas es El recuerdo de Marnie, un thriller hitchcockiano dirigido por Hiromasa Yomebayashi, la otra es  El cuento de la princesa Kaguya dirigida por el genio Isao Takahata.

Es curioso que los dos fundadores de Studio Ghibli, Miyazaki y Takahata, se despidieran el mismo año con dos obras de animación tan adultas, tan profundamente melancólicas, tan tristes, tan obras maestras y sin embargo tan distintas una de la otra. El viento se levanta de Miyazaki es puro anime, el estilo que el director ha cultivado durante toda su carrera para volver a contar el vínculo de un joven (que esta vez sí crece hasta convertirse en adulto) con el viento, su obsesión por volar (la misma que Miyazaki) y su preocupante ceguera (la misma, también, que Miyazaki). El cuento de la princesa Kaguya es la narración de una historia inmemorial, de estilo casi indefinible pero deslumbrante, más sensible que la obra de Miyazaki, más sutil… Como indica nuestro crítico Daniel de Partearroyo: “más grácil y eterna”.

Es complicado ocultar nuestro entusiasmo por esta obra de animación tan bella, por eso lo mejor será que os demos cinco razones por las que creemos que El cuento de la princesa Kaguya es la mejor película de animación de la década.

POR LA OSADÍA DE ADAPTAR UN CUENTO MILENARIO

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El cuento del cortador de bambú es un relato folclórico, la narración japonesa más antigua que se conoce y que data del siglo X. Es el primer cuento popular japonés que Studio Ghibli lleva a la gran pantalla y la dificultad de la adaptación es tremenda ya que hay muchas versiones de la misma historia. Sin embargo, el guión de Isao Takahata y Riko Sakaguchi se aleja de las incongruencias que hay entre todos estos relatos para crear una versión propia del cuento que se sigue sin dificultad y donde ese ritmo pausado y contemplativo provoca que la película resplandezca como esa narración milenaria que aspira a ser.

El cuento del cortador de bambú relata la historia de una pareja de ancianos que ya no pueden tener hijos pero que un día, mientras el viejo corta bambú en el bosque, encuentra una niña que brota dentro de un tronco. Pronto esa princesa en miniatura se convierte en un bebé que deciden criar como suyo. El tiempo pasa y la niña crece a una velocidad vertiginosa mientras el mismo bosque provee a los padres de todo lo necesario, incluso llega a arrojar oro y telas nobles que la familia interpreta como una señal del cielo. Kaguya debe convertirse en princesa.

PORQUE TÉCNICAMENTE ES LO MÁS SOFISTICADO DE GHIBLI

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Predominan los blancos, las líneas de carboncillo y los colores de acuarela. El cuento de la princesa Kaguya tiene un tono muy diferente a otras obras del director como La tumba de las luciérnagas, menos majestuosa y mucho más abstracta e impresionista. Las emociones de su protagonista se reflejan a través de los trazos. Una auténtica proeza en una industria que ya ha olvidado la técnica artesanal, la del dibujo a dibujo hecho a mano. Durante la película el espectador puede deleitarse con paisajes tan hermosos como estos:

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Takahata recupera el estilo tradicional nipón, el Yamato-e de la pintura sobre pergamino, con líneas sinuosas que escapan del encuadre en plena expansión y que se mezclan con otros estilos más modernos como el impresionismo de Matisse o de Monet. Ligeras (y bellísimas) impresiones de un mundo repleto de colores mínimos.

POR SU DESCARADO NATURALISMO

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Akira Kurosawa dijo de Satyajit Ray: “No haber visto su cine es como vivir en la Tierra sin ver el sol o la luna”. Probablemente nunca nadie haya dicho nada más rotundamente bello sobre el arte cinematográfico. Y Kurosawa no exageraba, la Trilogía de Apu es una obra magna del cine donde el lenguaje cinematográfico alcanza su máxima expresión y se gana el apelativo de ARTE. Sí, con mayúsculas. ¿Y a qué viene todo esto así de repente? Pues porque esa poesía visual repleta de naturalismo y sensibilidad con la que Ray construía su cine es la misma con la que Takahata elabora algunas de las escenas con más ternura de El cuento de la princesa Kaguya . Sobre todo aquellas en la que la protagonista, siendo solo un bebé comienza a imitar a las ranas, se coge su primer berrinche cuando una se le escapa, experimenta con el mundo, observa (como lo hacía Apu) y crece hasta convertirse en el ser más bello del mundo. Luego todo se complica y ese naturalismo se rompe para transformarse en una dolorosa tragedia.

PORQUE CONTIENE LA MEJOR ESCENA DE GHIBLI HASTA AHORA

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Esta arriesgada afirmación no es para nada gratuita. Sencillamente nunca jamás en una película de animación de Ghibli o de la historia entera del cine se ha llevado a cabo una escena tan bella y tan aterradora al mismo tiempo como aquella en la que la princesa, harta de su vida de noble dama enclaustrada, triste y furiosa arremete contra todo y decide comenzar una huida nocturna hacia el bosque. Los trazos se desdibujan hasta convertirse en auténticas sombras, la figura de la princesa se deforma y se convierte casi en una mancha de color que corre en mitad de una pesadilla abrumadora y terrorífica. Las pinturas negras de Goya no están tan lejos…

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Nadie nunca ha conseguido que los sentimientos de un personaje de animación queden plasmados de una forma tan violenta entre los trazos de un dibujo.

PORQUE SE HA HECHO POR AMOR AL ARTE

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Todas las películas que se hacen, se hacen para ganar dinero. Sin embargo, y sin tener un argumento irrefutable, el proceso de producción y creación de El cuento de la princesa Kaguya nos hace pensar que en este caso pudo haber un componente de verdadero amor al arte. Nos explicamos, Takahata tardó unos siete años en terminar el guión. En un principio la película iba a durar tres horas pero acabó reduciéndose a 137 minutos, demasiado larga para cualquier género pero impensable para la animación. Por otro lado está el estilo de sus dibujos, completamente opuesto ya no solo al actual estilo de animación 3D que tan bien ha asentado Pixar, sino completamente distinto a la animación convencional japonesa de Ghibli y de Miyazaki. ¿Y el ritmo de la historia? ¿No sabían de antemano que los niños, acostumbrados a las historias frenéticas (sobre todo los niños estadounidenses)  rechazarían una película como esta?

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Probablemente contaban con todo esto pero aun así el Studio invirtió 50 millones (de los que solo recuperó 20 en taquilla) para que la última película de Takahata fuera una obra maestra. Una inversión cuyo objetivo era crear verdadero arte. Y por supuesto, lo consiguieron. Seiichiro Ujiie, productor del filme, murió dos años antes de terminar la película pero El cuento de la princesa Kaguya desafía el paso del tiempo como esa imagen con la que Jean Cocteau ensalzaba la obra de Proust: “Su obra continua viviendo como los relojes de pulsera de los soldados muertos”.

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