[Crónica FICXixón 2011] Revisión demente de literatura universal

Sokurov nos lee 'Fausto' con su personalísima visión del cine, mientras 'Moby Dick' se filtra entre los píxeles de un documental gallego de 'found footage' marino. Por DANIEL DE PARTEARROYO
[Crónica FICXixón 2011] Revisión demente de literatura universal
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Primero, las buenas noticias: Santiago Mitre ha roto la maldición de las 9:30 h. Hasta la llegada del debut en la dirección del argentino con El estudiante, el primer pase de la mañana había concentrado una colección de grandes fiascos de la Sección Oficial, entre lo más desastroso del festival, como la belga Les géants (de la española Iceberg al menos rescatamos su trabajo de sonido; así están las cosas).

El filme de Mitre nada tiene que ver con ellas. Su propuesta es directa, eficaz, exprimida con contundencia, apoyada en grandes interpretaciones y, claro, un guión omnipresente (él ya fue co-escritor de Leonera y Carancho, de Pablo Trapero) que es la auténtica estrella de la función. Su inmersión en el mundo de la política universitaria y las asociaciones de estudiantes es vibrante y ejercita un perfecto esquema de thriller (seguimos exclusivamente los andares de Roque, el protagonista, aprendiendo e ignorando lo mismo que él) que entra como un tiro. Lo tiene todo para ser el gran título argentino del año.

No obstante, la película más esperada (y temida a partes iguales) del día era la rutilante Fausto de Alexander Sokurov, último León de Oro en el Festival de Venecia y culminación de la ambiciosa tetralogía del cineasta ruso sobre el poder totalitario. Teniendo en cuenta lo pesadas que se hacen las digestiones en una ciudad que, estoy convencido, debe utilizar un sistema métrico distinto en la cocina, fueron tomadas todas las precauciones necesarias para afrontar la proyección: comida ligera (en el mismo restaurante elegido por Nicolas Klotz, Elisabeth Perceval, Bertrand Bonello y una de sus actrices para encadenar cigarrillos en la puerta, más que para comer), obligatoria dosis de café, ropa cómoda y bufanda para los rigores climatológico-siberianos de algunas salas de los Cines Centro.

Así, la inmersión en la caudalosa película-río de Sokurov (su planificación es prácticamente la de un kilométrico plano-secuencia, nada sorprendente viniendo del autor de El arca rusa) ha sido posible. Durante sus 134 minutos de combate dialéctico entre Fausto y un gollumizado Mefistófeles da tiempo a un poco de todo: interés, asombro, densidad, tedio, belleza y hasta alguna que otra muestra del extraño y bastante hermético sentido del humor del realizador.

[Crónica FICXixón 2011] Revisión demente de literatura universal

Estéticamente, Sokurov vuelve a demostrar que es un genio del plano, por muy aberrante que sea éste (y muchísimos, la mayoría, lo son). Su barroca recreación de la historia de Fausto apelmaza mil y un detalles en un encuadre cuadrado con la imagen aplanada, sin perspectiva pero lleno de acciones y vida que, teóricamente, se desarrollarían en el segundo plano. Una locura que invita a graduarse de nuevo las gafas.

Y de este Goethe hiper-explicitado saltamos a un Melville apenas sugerido gracias a Vikingland, de Xurxo Chirro. Algo de Moby Dick se filtra entre las imágenes de este documental elaborado íntegramente a partir de found footage, es decir, imágenes ya grabadas, registradas entre 1993 y 1994 por un marinero gallego de entrañable videoafición durante sus travesías. Navegando por aguas de Dinamarca y Alemania, al marinero Luis Lomba le salen solos los planos con los que sueña Peter Hutton. Es su propia imagen lo que termina convirtiéndose en la ballena blanca de este hombre que quiere dejar testimonio de su trabajo en alta mar y casi termina siendo succionado a lo Arrebato por sus VHS al borde de la destrucción.

Crónicas anteriores desde Gijón:

Día 4

Día 3

Día 2

Día 1

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