Corrupción en España, un cine con mucha tradición

Los chanchullos políticos de 'Cien años de perdón' no son la excepción. Repasamos lo que ha dado de sí el cine corrupto español
Corrupción en España, un cine con mucha tradición
Corrupción en España, un cine con mucha tradición
Corrupción en España, un cine con mucha tradición

La corrupción es uno de los males que más fuerte golpea hoy en día nuestro país y también es uno de los temas más recurrentes en el cine más allá de cualquier frontera. Por desgracia no todas las filmografías nacionales pueden presumir de contar con un maestro como Francesco Rosi en su haber, que retrató como pocos las corruptelas inmobiliarias durante la expansión urbanística de la posguerra en Las manos sobre la ciudad (1963), pero en España podemos presumir de contar con un maestro como Luis García Berlanga a la hora de poner los puntos sobre las íes sobre cómo ha funcionado la casta corrupta y cómo son sus cortijos financieros. Repasemos lo que ha dado de sí el binomio cine español y corrupción.

La escopeta nacional (Luis García Berlanga, 1978)

La clase política, eclesiástica, nobiliaria y económica se dan cita un fin de semana durante una cacería organizada por el Marqués de Leguineche, pero pagada por un empresario catalán Jaume Canivell con el objetivo de hacer negocio con las altas esferas del país. Lo que sigue es un alocado vodevil y al mismo tiempo una radiografía de la casta franquista, con sus chanchullos y sus extravagancias, que pese a los años y a los cambios de régimen y gobierno no ha envejecido ni pizca. José Sazatornil, Antonio Ferrandis, Luis Escobar, José Luis López Vázquez, Amparo Soler Leal, Mónica Randall y Bárbara Rey ponen rostro a la película que mejor ha llevado a la gran pantalla el concepto de cortijo.

Los energéticos (Mariano Ozores, 1979)

Pajares y Esteso vaticinaron la crisis hace ya más de 30 años y Los energéticos es uno de los ejemplos de su visionaria capacidad de predecir el país en que se iba a convertir España. Si es que no era ya así. En esta popular cinta firmada por Mariano Ozores, interpretan a dos pueblerinos que tras protestar porque en sus terrenos va a ser instalada una central nuclear, desatan el interés de varios grupos de presión (la OPEP, la CIA, las multinacionales); todos a la gresca intentado conseguir que decidan a su favor. Por si el grotesco espectáculo no fuera suficiente, el propio Ozores se atreve con el papel de un adinerado jeque árabe. Es esperpéntico pero en ocasiones nuestra realidad lo es más.

El crack (José Luis Garci, 1981)

José Luis Garci quiso dedicar a Dashiell Hammet la que fue su primera incursión en el noir: El crack no sólo es una estupenda variación en clave castiza de la sempiterna historia del antihéroe frente al sistema (un Alfredo Landa magnífico en el rol de Germán Areta, un antiguo policía que trabaja como detective) sino que además nos descubre un Madrid insomne que en los estertores de la Transición oculta entre salas de billares y despachos de nuevos yuppies un modelo corrupto hasta la médula. La película marcó de tal modo que se rodó incluso una secuela, El crack II (1983), dedicada a Raymond Chandler.

La avispita Ruinasa (José Luis Merino, 1983)

Su título no da lugar a confusiones: la cinta de José Luis Merino ha pasado a la historia del cine español como parodia de las desventuras de José María Ruiz Mateos, uno de nuestros empresarios más polémicos en lo que a transparencia contable se refiere. En la cinta, Jesús Puente es el trasunto del empresario, director de un holding de negocios dedicados al ocio nocturno, y José Sazatornil, uno de los delegados de la patronal que trata de ajustar cuentas con el protagonista. No aparece lo de ‘que te pego, leche’, pero es que hay veces que la realidad supera a la ficción.

Huevos de oro (Bigas Luna, 1993)

Bigas Luna supo tomarle el pulso a los años del pelotazo 92 con esta historia de auge y caída de un hombre hecho a sí mismo a la sombra de la especulación inmobiliaria y la corrupción política. Interpretado por un Javier Bardem arrollador, el personaje de Benito González conjuga en su cuerpo el mito del macho ibérico y el del milagro económico español y, aunque Luna se excede en su imaginería onírica para contarnos la historia de González, escenas como Bardem cantando Por el amor de una mujer, de Julio Iglesias, en calzoncillos de leopardo son hoy parangón del nuevo rico patrio.

Todos a la cárcel (Luis García Berlanga, 1993)

A Berlanga la debió saber a poco la trilogía dedicada al marqués de Leguineche, porque con el cambio de la España del PSOE a la del PP se atrevió con un clásico entre los clásicos en materia de corrupción política que denunció como ninguna otra película que nadie se libraba de tener las manos sucias tras la era Felipista. De nuevo con su incombustible troupe de actores, Todos a la cárcel es un sainete quizá menos inspirado que el tríptico de la Transición, pero su título se ha quedado grabado a fuego en nuestra cabeza como grito de guerra cada vez que en las noticias informan sobre un nuevo caso de corrupción.

La caja 507 (Enrique Urbizu, 2002)

Antes de que saltara a la opinión pública los desmanes que condenarían a más de un político en la Operación Malaya, Enrique Urbizu se fijó en la Costa del Sol para situar este magnífico thriller con la especulación inmobiliaria y la corrupción política como marco escénico. Antonio Resines se atrevió con un rol de antihéroe noir y José Coronado en el papel de un policía de manos manchadas que persigue al primero para recuperar los papeles que le implican en un crimen y que salen de una caja bancaria ahora en manos del protagonista tras un atraco. Guión de hierro, dirección impecable y actores dándolo todo en un trabajo que nos avisaba de lo que estaba por venir.

Mercado de futuros (Mercedes Álvarez, 2011)

La documentalista Mercedes Álvarez filmó en este trabajo el que quizá es el retrato más ajustado sobre cómo ha podido tener lugar la gran estafa de la crisis económica e inmobiliaria en nuestro país. A partir de una trama mínima –una casa que se desaloja cuyos objetos y muebles acaban a la venta en un mercado de segunda mano; varias secuencias en convenciones y ferias: escenas de charlas públicas en torno a la especulación inmobiliaria (grandes hoteles, urbanizaciones, campos de golf)– somos espectadores de la vorágine con la que la sociedad se ha dejado llevar por la promesa de un mundo en el que ya no importa conservar sino poseer al precio que sea.

El mundo es nuestro (Alfonso Sánchez, 2012)

El Culebra y el Cabesa saltaron de YouTube a las salas de cine encerrando en un banco a todos los protagonistas de la crisis económica: los canis de barrio sin oficio ni beneficio; el pequeño empresario al que le debe dinero la administración y que no paga a sus empleados; la pareja a punto de firmar una hipoteca; el banquero avaricioso y sus oficinistas explotados; el trabajador en paro que sobrevive haciendo chapuzas y, por supuesto; el político corrupto. Microcosmos de una España al borde del rescate.

Grupo 7 (Alberto Rodríguez, 2014)

Otra película que investiga sobre los lodos que se convirtieron en nuestros barros. Alberto Rodríguez y el guionista Rafael Cobos se fijaron en el sumario judicial de un caso de corrupción en la Policía Nacional de Sevilla y lo llevaron a la gran pantalla a través de El Grupo 7, que sigue a una unidad policial cuyo objetivo es limpiar de droga las calles del centro de Sevilla en los años previos a la Expo 92. Ciudad casi sin ley en manos de unos agentes de ambición desmedida.

Justi&Cia (Ignacio Estaregui, 2014)

Hartos de los casos de corrupción que están a punto de convertir el cohecho en mal endémico español, Justino y Ramón deciden tomarse la justicia por la mano y visitar a acusados, imputados y sospechosos de haber convertido las arcas públicas en métodos de financiación personales. El destino quiso que fuera el último trabajo de Álex Angulo, que junto al lacónico Hovik Keuchkerian, hizo posible en esta película una de las mayores fantasías de la gente en los años más duros de la crisis. El cine como catarsis.

Murieron por encima de sus posibilidades (Isaki Lacuesta, 2014)

También sobre el eje de la venganza social se construye esta comedia en la que cinco ciudadanos, cuyas vidas han quedado destrozadas por la crisis económica, deciden secuestrar al presidente del Banco Central para exigirle que todo cambie a como era antes de la explosión de la burbuja inmobiliaria y económica. Filmada en régimen de cooperativa, Raúl Arévalo, José Sacristán, Luis Tosar, Sergi López, Imanol Arias, Carmen Machi, José Coronado, Bárbara Suárez, Josep M. Pou, Bárbara Lennie, Eduard Fernández, Ariadna Gil, Jordi Vilches, Pau Riba, Julián Villagrán, Jaume Sisa, Àlex Brendemühl y Ángela Molina se sumaron al proyecto de estos cinco antihéroes contra el latrocinio.

Todo el mundo lo sabe (Miguel Larraya, 2014)

La corrupción está a la orden del día, todo el mundo lo sabe, pero nadie conoce con exactitud cómo logran los delincuentes traspasar de manera tan ágil la línea de la legalidad para enriquecerse. En el segundo largometraje de Miguel Larraya seguimos una historia a tres bandas con una gran operación financiera poco clara como gran protagonista. Todos giran alrededor de un gran personaje corrupto, marionetas del criminal pero también de la policía, que busca en ellos la fisura por la que se quiebre el chanchullo en cuestión. Cine negro, tensión telefónica y premio en Málaga.

B (David Ilundain, 2015)

La obra teatral Ruz-Bárcenas (escrita por Jordi Casanovas y dirigida por Alberto San Juan) tomó el año pasado el Teatro del Barrio de Madrid con un éxito inesperado, por lo que no parecía descabellado llevarla a la gran pantalla. Y vía crowdfunding la idea cogió, por fortuna, cuerpo, mucho cuerpo. Cerca de 80 minutos resumen las cinco horas del interrogatorio que tuvo lugar el 15 de julio de 2013, donde Luis Bárcenas declaró ante el juez Ruz pagos en dinero negro y otras corruptelas. Un tour de force entre Pedro Casablanc y Manolo Solo, que generosamente han dado voz y rostro a uno de los más determinantes careos judiciales de nuestra historia sobre la corrupción.

Cien años de perdón (Daniel Calparsoro, 2016)

El eje Valencia-Madrid ha llenado los titulares de la prensa española desde que en 2009 saliera a la luz el Caso Gürtel y han tenido que pasar casi siete años (además de bastantes escándalos) para que nuestro cine se fije en el vínculo de corrupción entre ambas capitales. Nunca es tarde si lo que tenía que venir es este policíaco de alta tensión que honra a sus precedentes (Urbizu) y que tiene como protagonista a un fantástico Luis Tosar que se está convirtiendo en el rostro del antihéroe de estos años de crisis. Tras El desconocido (Dani de la Torre, 2015), nos sigue convenciendo como un ladrón que hiere a los poderosos y corruptos donde verdaderamente les duele.

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