6 películas de Denzel Washington que probablemente no has visto (y deberías)

La filmografía del actor afroamericano con más Oscar no se acaba en 'Malcolm X', 'Training Day' o la reciente 'El vuelo'. Repasamos algunas de sus gemas escondidas. Por YAGO GARCÍA
6 películas de Denzel Washington que probablemente no has visto (y deberías)
6 películas de Denzel Washington que probablemente no has visto (y deberías)
6 películas de Denzel Washington que probablemente no has visto (y deberías)

Nos cae bien. Qué demonios, nos cae muy bien. No sólo por lo majo que estuvo con nosotros (con elogios velados a Tarantino de propina) en nuestra charla a cuenta de El vuelo, sino también porque está llevando a cabo una proeza muy difícil: con 58 años, Denzel Washington sigue siendo una de las estrellas más populares de Hollywood, compaginando además una popularidad enorme con una defensa acérrima de su vida privada. Licenciado en Periodismo y curtido sobre las tablas del Off Broadway antes de lanzarse al cine, el actor neoyorquino tiene una filmografía muy sólida en la que brillan dos Oscar (Tiempos de gloria y Training Day) y títulos como Grita libertad, Malcolm X, American Gangster... Y unas cuantas películas más que probablemente no habrás visto, porque pasaron bastante desapercibidas, pero que merecen que les dediques tu tiempo. Aquí te presentamos algunas de ellas.

Llámame Mr. Charly (Michael Schultz, 1981)

Viéndole ahora, tan grande, tan señor y tan oscarizado, uno jamás sospecharía que Denzel debutó como protagonista en un género que, a priori, no le pegaba ni con cola: la comedia juvenil de los 80. Bueno, juvenil, lo que se dice juvenil, la verdad es que no mucho, porque a estas alturas nuestro hombre contaba ya con 27 añazos a sus espaldas y un nutrido currículum en teatro. Prácticamente olvidada, Llámame Mr. Charly tiene una premisa disparatada cuanto menos: un ejecutivo (George Segal) descubre de sopetón que tiene un hijo secreto (Denzel) producto de un antiguo romance con una mujer afroamericana. Por supuesto, el vástago volverá de dentro afuera la vida de su padre y de su pijísima familia, derrochando desparpajo teen (todo un mérito si consideramos la edad del actor) y gags políticamente incorrectos que hacían mucha pupa en EE UU por entonces... Y que también, si nos fiamos de internet, la hacen ahora.

Historia de un soldado (Norman Jewison, 1987)

Recuperar películas del Washington ochentero proporciona deleites insospechados, como estamos viendo en este informe. Sin ir más lejos, comprobar cómo un director tan irregular como Jewison podía recuperar esa combinación de thriller y reivindicación de los derechos civiles que tanto le lució en En el calor de la noche. Adaptando una exitosa obra teatral cuyo reparto (incluyendo a nuestro hombre) participa aquí casi por completo, y nominada a tres Oscar (incluyendo mejor película), Historia de un soldado recuerda los días en los que el ejército de EE UU estaba segregado en batallones de blancos y negros narrando la investigación de un asesinato. Señalar que un Bill Clinton aún gobernador de Arkansas, donde se rodaba la película, se entusiasmó tanto con el proyecto que facilitó efectivos de la Guardia Nacional para que trabajasen como extras.

Cuanto más, ¡mejor! (Spike Lee, 1990)

Tras el subidón (de popularidad, y de polémica) que supuso Haz lo que debas, Spike Lee recibió críticas muy duras a cuenta de su siguiente filme. Lo cual resulta bastante injusto: más allá de la aparición de John Turturro en su arquetípico rol de blanquito hijoputa, el relato de un trompetista trapado entre un ego enorme, una pasión por el sexo todavía mayor y las deudas de un manager (el propio Lee) de inmensa ludopatía resulta un homenaje estupendo al mundo del jazz. Amén de una película muy divertida en la que Washington nos demuestra que, cuando quiere, puede dar vida a un personaje principal tan entrañable como antipático.

El demonio vestido de azul (Carl Franklin, 1995)

Aunque ya era un nombre conocido para los aficionados a las novelas de intriga, Walter Mosley sólo pasó a las listas de best sellers internacionales cuando el ya presidente Bill Clinton (¿casualidad?) le citó como uno de sus escritores favoritos. De ahí que la adaptación de esta novela fuera inevitable, y que Washington fuese la primera opción para encarnar a Ezekiel 'Easy' Rawlins, un detective que habría hecho buenas migas con el Philip Marlowe de El sueño eterno.Respaldado por Don Cheadle, muy solvente en su rol de sicario psicópata, Washington se ve envuelto en una trama como las de antes (mujer fatal, corrupción por doquier, palizas a mansalva) con unas gotas de tensión racista para dar sabor. Lástima que la floja taquilla del filme diera al traste con las ideas de crear un serial.

Plan oculto (Spike Lee, 2006)

El Spike Lee de 2006 no era el mismo de 1990, ni tampoco el de 1992, cuando rodó Malcolm X con Washington: una sucesión de filmes de baja calidad le había propinado una cura de humildad por parte del público y la crítica. Washington tampoco era el mismo de entonces: había ganado en popularidad y en tablas, pero mantenía intacto su carisma. Cuando ambos se reencontraron, por obra y gracia de un guión abandonado por Ron Howard, su vieja química resurgió. Estamos ante un thriller de atracos muy clásico y muy laberíntico, en el que Washington y su enemigo Clive Owen se ven rodeados por un reparto de campanillas con Jodie Foster, Christopher Plummer y Willem Dafoe. Ojo, porque se supone que habrá secuela el año que viene.

Imparable (Tony Scott, 2010)

A la hora de escoger uno de los dos filmes que Washington estrenó en 2010, hemos tenido una duda: si bien en El libro de Eli el actor consiguió convertirse en un héroe de acción con todas las letras y, a la vez, reflejar esa religiosidad de la cual se siente tan orgulloso, esta película es un trabajo tan intrascendente como estimable. Sin otra ambición que mantenernos pegados a la butaca, y con Denzel cediendo caballerosamente su puesto a Chris Pine, este thriller de catástrofes ferroviarias pasó bastante desapercibido, pero le sobra adrenalina. Además, hay otra razón por la cual lo hemos escogido: fue el último trabajo de Tony Scott antes de su suicidio.

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