Cinemanía nº 205

Daniel Craig es Bond, James Bond, en 'Skyfall'
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50 RAZONES PARA AMAR AL AGENTE 007

Director´s Cut: El mito con ginebra

1. ¿JAMES QUÉ? Lo reconozco: 007 es una cuestión de fe y yo la tuve en algún momento, mientras la KGB ponía en aprietos al servicio secreto de Su Majestad, pero la perdí. Me mató la repetición, la decepción ante las expectativas, o tal vez el agotamiento de la fórmula. Quizá, quién sabe, sólo fue la caída del muro de Berlín o que los inventos de Q dejaron de sorprenderme y aprendí a sospechar de cada bolígrafo que apareciese en pantalla. El caso es que desde que Roger Moore (los puristas no me dejan contar con David Niven como mi Bond favorito: el primer Casino Royale no es oficial) se retiró del personaje, no me hacen especial ilusión las películas de James Bond. No espero su estreno con particular interés, ni atiendo a su nuevo modelo de coche o reloj, ni tengo mis esperanzas puestas en ese cambio de rumbo de la franquicia que siempre nos prometen. Y no, ni siquiera el cartel de chicas Bond me suele alegrar el día. Las veo todas, sí, pero como cierto aire resignado, casi funcionarial, de profesional tratando de hacer concienzudamente su trabajo. Sin demasiado entusiasmo. La peor de las maneras posibles de ir al cine, por cierto. Mea culpa: por perder la fe, por no alegrar la cara y por preferir a Roger Moore.

2. EL ESPÍA QUE NOS AMÓ. Y sin embargo, cada vez que miro hacia atrás (y el 50 aniversario de Agente 007 contra el Doctor No, su primera película, es una genial excusa) me doy cuenta de que el agente 007 una de las muestras más evidentes de un fenómeno que me vuelve loco y que resume en gran parte mi pasión por el cine: la capacidad del crear mitos que tiene este invento del demonio que nos hace sentir en el cielo. Esa mística del personaje, su manera de ser (tan reprobable y machista en ocasiones) y de andar por el mundo, conocida universalmente gracias al cine (si sólo hubiese sido por la saga literaria de Ian Fleming sería muy difícil que hubiese llegado tan lejos) tiene ya un espacio en el imaginario colectivo y ha logrado lo más complicado: igual que el tamaño de su pistola o su número real de amantes, la leyenda supera a la realidad. El recuerdo de su estampa, su grandeza como icono es mucho mejor que la experiencia en todas y cada una de las películas. Y eso que aparentemente resulta tan poco académico, es oro puro para el buen cinemaníaco. Aunque seamos más de gin-tonic. 

3. PERIODISTA EN N. Y.  Son tiempos jodidos. Para el cine, que ve cómo la piratería y los hábitos de consumo (cada día más caseros) hacen peligrar el invento, y para el periodismo, que se encuentra en una encrucijada entre lo que es y lo que quiere ser. Y eso sin contar a la dichosa crisis, que nos consume. Por eso a veces, como en las películas de Frank Capra, para poder seguir tirando es mejor darle la vuelta a las historias y verlas por el lado optimista: a partir del mes que viene tendremos nueva corresponsal en Nueva York. Irene Crespo, la mejor compañera de armas que en esta profesión se pueda imaginar, una periodista como la copa de un pino, una crítica certera y justa, una amiga para siempre, comienza una nueva aventura envidiable lejos de nuestra redacción. La buena noticia es que seguirá siendo uno de los nuestros allá donde esté. Vamos a darle mucho trabajo, para que no pierda la costumbre. Sin ella, a ver quién es el guapo que hace la mejor revista de cine todos los meses.

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