OPINIÓN

El artista conocido

El artista conocido
El artista conocido
El artista conocido

La nostalgia no viene con manual de instrucciones: cada uno la maneja como puede. Hay quien se muestra inmune y quien vive inmerso en el recuerdo de una felicidad pretérita. Los primeros olvidan su pasado, los otros no disfrutan el presente. Lo más saludable es un punto medio que te permita aprehender vivencias para tamizar el porvenir. Aunque suena a optimismo barato, lo llamo supervivencia evolutiva, quizás, precisamente, porque peco de optimista. Bueno, y de otras cosas. En realidad, peco todo lo que puedo. Las nostalgias lastimeras que visten de mejoría cualquier tiempo pasado tienen que ver con la juventud perdida. Los que dicen “si yo hubiera sabido entonces lo que sé ahora” se han despistado durante el aprendizaje porque siempre, en cualquier momento de la vida, se tiene la mejor edad posible. Incluso para morirse, ya ven, llevo mi optimismo de confitería a extremos insospechados. La muerte de Prince, absoluta estrella referencial de la cultura pop, es otro ejemplo del nuevo y efímero duelo masivo que provocan las redes sociales, como si hubiera pésame sólo porque existe esa manera de expresarlo. La accesibilidad inmediata descubrió pena sincera, pero también cursilería empalagosa, chistes crueles, sublimación y oportunismo (ese día aparecieron en YouTube cientos de vídeos cuya difusión gratuita había sido prohibida por el propio Prince). La muerte de un artista al que sigues te afecta de una manera muy concreta. Hasta el 21 de abril yo podía pensar “¿qué estará haciendo Prince ahora mismo, mientras escucho Lady Cab Driver, The Ballad of Dorothy Parker, Joy In Repetition o Fury?”. La certeza de su ausencia otorga un punto distinto a esas canciones: saber que ya nunca las interpretará en directo confiere a mi admiración un sentido póstumo que nunca había entrado en mis planes. Es tan raro como que, a veces, nieve en abril.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento