OPINIÓN

Cartas cinéfalas: Tom Selleck a su representante

Cartas cinéfalas: Tom Selleck a su representante
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Estimado Mark:

¡Qué bien hice cuando decidí poner mi carrera en tus manos! En esas manitas, pequeñas y regordetas que Dios te ha dado. Decididamente, ese día fue un gran día, Mark. Bendigo cuando sentado en tu despacho, en ese despacho que huele siempre a paprica, me miraste a los ojos y me dijiste: “Tom, tú y yo vamos a hacer grandes cosas juntos. Confía en mí”. ¡Confía en mí! Clavándome esos ojillos que tienes como dos pulgas pedorras. ¡Confía en mí! ¡Y vaya si confié en ti! Déjame que te cuente una historia, Mark:

Un compañero de colegio, una vez en el patio, cogió una piedra la tiró para arriba y gritó: “¡A quien le dé, le ha ‘dao’!”. ¿Y sabes lo que pasó Mark? Que le cayó a él en toda la puta cabeza. Y se le quedó una cara de gilipollas que jamás olvidaré.

Ahora que escribo estas líneas, pienso que igual a mí también se me debió de quedar una cara parecida cuando comprobé el EXITAZO que fue Indiana Jones. ¿Sabes de que película te hablo? Yo creo que sí, porque su guión estuvo encima de tu mesa. El mismísimo Spielberg me quería para el protagonista. Y es a estas alturas del partido cuando tus palabras resuenan en mi cabeza como un coro de trompetas celestiales: “Tom, eso del arqueólogo con el látigo y el sombrerito en busca de tesoros es ridículo; ese papel no está a tu altura”. Sí, Mark, así tal cual salieron de tu boca, de esa bocaza que tienes llena de dientes que parece que alguien los haya echado ahí a puñados. Después añadiste: “Mira, esta peli va a ser un fracaso, si no es así es que no sé nada de este negocio. Tú lo que tienes que hacer es la serie Magnum, que es oro molido. Hazme caso, Tom, Indiana Jones es una mierda”. Me pregunto quién es ahora la mierda. Y creo que eres tú, Mark, eres una mierda tan gorda que no sé como entras por la puerta de tu asqueroso despacho. Si te tuviera ahora mismo delante te estrangularía con mis propias manos.

Atentamente,

Tom Selleck

PD: Tres solteros y un biberón… eso sí que es un peliculón, ¿no, Mark?

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