'Westworld', cuando nos gusta que los robots se rebelen (¡vaya primera hora!)

Podría haber sido un siniestro episodio de Black Mirror. O una aventura de los hubots de la sueca Real Humans. O una mala pesadilla del niño robot de Halle Berry en Extant. El cine está también lleno de referencias a robots que se rebelan contra el ser humano (desde Yo, robot a Ex Machina) cuando éste se cree un dios y acaba por sucumbir ante esa tecnología que le supera. Westworld tiene varias cosas a su favor para interesarme, a pesar de lo manido de su concepto (y eso, si sale bien, lo hace doblemente atractivo). Es una serie basada en una icónica película de los años 70 con Yul Brynner, filme que no era muy allá, pero cuya trama (y, sobre todo, esa mirada de loco del robot rebelde), impactaron a toda una generación, tanto como lo haría años después Parque Jurásico en otra. Michael Crichton calcó el patrón de parque de atracciones que se sale de madre, bien por máquinas de matar ingobernables o por dinosaurios sin control alguno. Resucitar el clásico ci-fi ya tenía su riesgo, también “venderlo” como la nueva Juego de tronos de HBO, que en dos temporadas más se queda sin su dragón de los huevos de oro. Con el hype puesto por montera y un par de años de retraso, se estrenaba Westworld, con un elenco de actores famosos muy apetecible y unos venerados (a ratos) gurús del medio (JJ Abrams/Jonathan Nolan). Para darle más vidilla al asunto, además, con críticas previas en EE UU de aquellos que habían podido ver el primer episodio sobre la violencia explícita contra la mujer (especialmente, contra Dolores, el robot interpretado por Evan Rachel Wood). ¿Cómo resistirse a ver este producto del márketing televisivo más inusitado? Y eso de que a pesar de su anuncio en España, el canal HBO no confirma ni deja de confirmar su apertura en nuestro país.

Con Westworld HBO hubiera entrado por la puerta grande en España porque el resultado es sencillamente asombroso. Ha valido la pena esperar y aguantar el hype y dudar sobre el “vende humos” JJ Abrams y comprobar, en efecto, que el sexo y la violencia también están de forma explícita (como en Ponientes - Westeros/Westworld) en esta nueva Westworld. En su primera hora de serie, Westworld nos presenta a todos los personajes de la ecuación. Aunque la voz en off es la de un humano, el punto de vista es la de un robot (uno de los cambios con respecto al filme más sobresalientes). Estos “trabajan” cual esclavos en un parque de atracciones, usados y reusados tras borrar sus memorias, un día tras otro (como el día de la marmota), durante los últimos 30 años y sin saber que son robots (anfitriones cual cylones). Ya tardaban en rebelarse, pero, ¿quién o qué lo provoca? Y ahí está Anthony Hopkins con sus inventos llamados “ensoñaciones” para hacer que los robots parezcan cada vez más humanos (“Estás en la prisión de tus propios pecados”). O ese villano que no es un robot como Yul Brynner si no un humano, cowboy con total black y el gesto adusto, cual Clint Eastwood, de Ed Harris, el verdadero enigma de Westworld. Este tipo logra que nos pongamos del lado de los robots, algo que ni de lejos conseguía la película setentera. Desde la magnífica intro con esqueletos humanos fabricados en 3D y caballos fantasmagóricos del Salvaje Oeste hasta ese robot que duda, cual Shakespeare, sobre el sentido de su vida, Westworld está llena de secuencias magníficas que alternan el spaguetti western más popular con el pensamiento filosófico más profundo, con ideas existenciales sobre el azar, el propósito, el orden, la libertad… entre la dama de los zapatos blancos (WTF) y la más cruda venganza a lo Deadwood. No sé si Westworld se convertirá en la nueva Juego de tronos para HBO, pero lo que sí sé es que este primer episodio de Westworld es lo mejor que he visto en lo que va de año.