OPINIÓN

#PacinoyJulian El Ministerio del Tiempo: los últimos de Filipinas (y2)

#PacinoyJulian El Ministerio del Tiempo: los últimos de Filipinas (y2)
#PacinoyJulian El Ministerio del Tiempo: los últimos de Filipinas (y2)
#PacinoyJulian El Ministerio del Tiempo: los últimos de Filipinas (y2)

“Hemos resistido aquí para nada”. 1899, Baler, Filipinas. En la segunda entrega (y final) de Los últimos de Filipinas asistimos a la cruda realidad. Los soldados no quieren creerlo, Filipinas ya no es de España y son últimos días de agonía, primero, después, de resignación. El final de tan crudo relato histórico lo cuenta en voz en off el propio Julián, de vuelta ya en el Ministerio tras ser rescatado por Alonso. Toña La Negra cantando Azul de Agustín Lara pone los pelos de punta. Julián lee lo acontecido, mejor un libro que la película de Tony LeBlanc, para Irene, “demasiado patriótica”. Lo que todos los ministéricos esperaban se cumple. Pacino parece Terminator: “Volveré”, le dice a Alonso, su compañero de piso, afectado por su marcha. También lo está Amelia, tras acostarse, en este siglo o en el que sea, con el insistente y lanzado Pacino. “La puta democracia” que los amigos de su padre, militares, critican es lo que le hace abandonar el Ministerio. En concreto el recién aprobado divorcio en España. Su madre (Pastora Vega nos ha sabido a muy poco) teme por la vida de su padre, de nuevo jugando con la pistola. Ocurren más cosas en este episodio de El Ministerio del Tiempo más dramático que en otras ocasiones. Cosas más alegres y que gusta comentar. Como que Alonso confunde la “chuleta” con sus anotaciones para que no se le olviden con comida o cómo Pacino disfruta como un niño con Los 4 McNifikos. Los cuatro, como ellos, y magníficos, también. Es genial que el reprimido Alonso sueñe con tetas y piense al mismo tiempo que su objeto de deseo pueda ser familia. Un “paripé” como otro cualquiera, que ya sabemos que Alonso todo lo que necesita es amor. O que Julián considere buen tipo a Pacino. ¿Qué pensará cuando sepa que ha logrado liberar a Amelia de sus ataduras? Me quedo con dos momentos del episodio, por inesperados. Ernesto va en busca de su hijo y sonríe cuando confirma que es cierto. Vaya chorboagenda, amigos. Antes, en la Córdoba de 1925 descarta nada menos que a la mujer morena de Julio Romero de Torres, que, aunque nada tiene que ver finalmente con su historia, es un puntazo. “Da recuerdos a Velázquez a ver si se deja de infantas y pinta mujeres de verdad”, dice ella con mucho salero, una pintura viviente. “Cada español, un café”, confirma el camarero del Ministerio con gracia popular. Tan cierto el dicho como que Angustias seguirá entrando y saliendo como le venga en gana: “Cuando entre llamando a la puerta le subo el sueldo”, suspira el Boss. Pero para suspiro el que contengo cuando Amelia decide abrir su corazón a Pacino, nada menos que delante de su lápida, en una imagen estilo Casablanca. ¿Por qué siempre le amenaza la tristeza en su mirada? Amelia sabe cuándo va a morir y que tiene una hija. Temores que las misiones le hacen olvidar. Pacino ha logrado lo que no consiguió Julián. “¿En tu siglo o en el mío?”. Siempre os quedará París, digo el Ministerio del Tiempo. Porque “contigo (Pacino) la patrulla siempre estuvo completa”.

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