OPINIÓN

Joven director 'meets' productor (2ª parte)

Joven director 'meets' productor (2ª parte)
Joven director 'meets' productor (2ª parte)
Joven director 'meets' productor (2ª parte)

(1ª parte)

El intrépido y maduro productor sale a la superficie en la parada de metro de Tribunal.

Rechaza con gesto desabrido al peruano que le ofrece un folleto de un local de comida rápida y se encamina a su destino: la Cafetería/Cycling Café/Workplace "La Bicicleta". Allí se ha citado con el joven director (40 años) al que va a producir su primera película. Mientras cruza la calle Fuencarral piensa que qué mariconada es esa del cycling café. Manda cojones con las moderneces. ¿Qué pasa, que no podían ir al Café Comercial? Para estas cosas se queda dónde siempre: en el Cock o en Del Diego. Bueno, en Del Diego mejor que no. Acaba de recordar que ahí tiene unas copas sin pagar desde 1999. No sería bien recibido. Pero podían haber ido al Café Comercial, hostias.

La putada, se lamenta, es que no puede exigir. Necesita producir esa película. Necesitaba la pasta, vamos. Ya ha hablado con sus contactos en el ministerio de Cultura. La cosa estaba hecha. Solo necesita una sinopsis y el nombre del director. "La cosa está muy mala", le ha dicho su "contacto" en el ministerio, pero para un "viejo amigo" siempre hay mandanga. Solo hay que andarse con un poco más de cuidado. Eso sí, ya sabe que el "contacto" tiene que llevarse su pellizquito. "Por las gestiones". No hay problema. Él solo quiere hacer cine. Bueno, hacer dinero. No nos confundamos.

Dinero, antes le sobraba. En los ochenta, claro. El taimado productor baja por la Corredera Alta rememorando en sus años de director. Loquito me tienes, maricón, su película de 1986 fue un bombazo. Un año ininterrumpido en cartel. Ni Almodóvar ni leches. Él fue el que mejor supo retratar la vida loca que se vivía en el Madrid de los ochenta. Qué bien se lo había pasado, copón. Entonces sí que molaba Malasaña. Con sus yonkis, sus putas, sus jevis, sus rockeros melenudos. Ahora solo veía madalenas de colores por todos lados. Y caniches, muchos caniches.

A él y a otros jóvenes barbudos de jerseys rojos de pico les llamaron los "Nuevos Cineastas Españoles". La virgen, ¡eso sí que eran buenos tiempos! La Nueva Comedia Madrileña. Fuera mugre. Fuera caspa. ¡Arriba el rock and roll! Bueno, rock and roll no mucho. Él era más bien de Serrat. Y de Sabina, por supuesto. ¡Qué letrista! Los "Nuevos Cineastas Españoles" le habían dado una buena hostia a España (ellos no decían España, decían "este país"). Con sus ácidas comedias le habían dado un buen vuelco social, cultural y político a doscientos años de oscurantismo. "¡A colocarse y al loro!" como dijo el alcalde Tierno Galván. Añorado y viejo profesor...

Hacían cine con cuatro perras. Bueno, al principio. Luego llegaron las subvenciones. Bendita Pilar Miró. Qué años, joder, qué años... Una peliculita al año, un gramito de coca al día, viajecitos pagados a festivales sudamericanos cada tres meses... Pero aquello ya pasó. Como su pelo. Y las titis con las que salía entonces. Bueno, más que salir "entraba". Jejeje. Este rancio chiste siempre le había hecho mucha gracia. Lo tenía testado desde 1984. En los ochenta con este chiste lo petaba. Se lo contó a Bette Davies en el Festival de San Sebastián de 1989 y le encantó. La pobre se murió al poco tiempo. Pstch, le dio un poco igual. El cine americano clásico siempre le había parecido un poco fascista. Él era más de la Nouvelle Vague y de Glauber Rocha. También del Nuevo Cine Alemán, por supuesto. Fassbinder era su héroe. Un poco maricón, eso sí. El caso es que su chiste ya no hacía gracia a nadie. El otro día lo había puesto en su twitter y nada. Ninguno de sus diecisiete followers le hizo una mención ni un fav ni un retuit de esos. Niñatos de mierda. La culpa la tenía su sobrina que se había empeñado en que se abriera "un tuiter". Le había dicho que ahí era dónde se gestionaba todo. Por lo visto "tuiter" era como la Joy Eslava de los ochenta. Pero sin combinados de JB, claro. Parece ser que en "tuiter" estaba todo cristo dándolo todo. Los actores, las actrices, los directores... Manda cojones, a su edad tener que estar ahora con esas mierdas. ¿Para eso había rodado, desde que empezó en "esto del cine" en 1980, tres cortometrajes, dos mediometrajes, catorce películas, dos series, veintinueve anuncios y un documental reivindicativo? No solo eso, dos de sus películas habían sido coproducciones. Una con Colombia y otra con el Frente Polisario. La taquilla conjunta de las dos películas no llegaba a los dos millones de pesetas pero no había sido culpa suya. Eran proyectos que no gustaban a los "americanos". Él siempre se olió que la CIA había tenido algo que ver en el fracaso comercial de las dos películas. Pero claro, eran los ochenta y la Guerra Fría aún coleaba. Putos americanos fascistas. Había que posicionarse y él se posicionó. Que la taquilla no hubiera respondido no era culpa suya. Eso sí, con los cuarenta milloncejos "de las antiguas pesetas" que le pagaron por escribir/dirigir/producir las dos películas se compró el hotelito en Cercedilla. Y aún le sobró para hacerse un viajecito a Nueva York con su amante de entonces, una actriz morenita y más bien sosa que se había liado con el 90% de los directores de la época excepto Pedro Almodóvar. ¿Qué habría sido de ella, por cierto? La última vez que la había visto fue en una Interviú de 1990. Ah, no, calla, se la encontró tres o cuatro años después en la Cañada Real, una noche que él y su dire de foto estaban de farra con el actor americano de clase B con el que estaban rodando su última película (Calor fatal, un thriller claustrofóbico ambientado en una ikastola que Boyero puso a caldo) y se les acabó la farlopa. Su dealer habitual acababa de morir de sobredosis en un portal de la calle Libertad así que tuvieron que coger el Opel Calibra del dire de foto y tirar para la Cañada. Allí, entre yonkis y tiendas de campaña, estaba su antigua amante. La verdad es que seguía estando buena la jodía. Más delgada, eso sí. Al año siguiente murió de sida...

El productor llegó a La Bicicleta. Los últimos años habían sido malos. Había perdido el pulso a la taquilla. Tenía una idea muy buena: una comedia alocada ambientada en el Madrid de los ochenta: la Movida, El Penta, Tejero, Bigote Arrocet... Un pelotazo seguro. Ya había hablado con Jorge Sanz. Maribel le había dado largas. Desagradecida, con lo que había hecho por ella en el pasado. ¿Estaría disponible Óscar Ladoire?

Daba igual. Nadie se había interesado en la idea. Por eso se había hecho productor. Del zangolotino que le esperaba dentro dependía su futuro. Tenía huevos la cosa.

Empujó la puerta y entro en la Cafetería/CyclingCafé/Workplace.

(Continuará)

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Alberto López (@alberto2) es guionista. Su película favorita es La fiera de mi niña. Odia a Damon Lindelof.

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