OPINIÓN

'Barb Wire': el 2017 de Pamela Anderson

'Barb Wire': el 2017 de Pamela Anderson
'Barb Wire': el 2017 de Pamela Anderson
'Barb Wire': el 2017 de Pamela Anderson

A principios de los 90, la editorial Dark Horse se sacó de la manga un universo de superhéroes que no fue a ninguna parte. Pero el éxito de La Máscara había ayudado a que la editorial pudiera moverse mejor por Hollywood, y en Polygram pictures se interesaron por uno de estos héroes: la dura heroína Barb Wire. Desde la productora disponían de un presupuesto moderado para armar el proyecto, pero guardaban un as en la manda. Pamela Anderson. Un as que resultó ser más bien un simple 2 de corazones.

A Pamela Anderson, como a casi todas los supuestos “pivones” de calendario que se lanzan al mundo de la interpretación, no le fue bien en el cine. Vean ustedes las carreras de Cindy Crawford, Bo Derek o Erika Eleniak. La gente, simplemente, no paga simplemente por ver a una supuesta “tía buena” en el cine. Una regla que, aquí, se cumplió a rajatabla.

El arranque de Barb Wire (David Hogan, 1995) da todo lo que el que había pagado una entrada pedía: el LAS TETAS DE LA ANDERSON en tu cara, con la modelo contoneándose y enseñando pezón a ritmo del `Word Up’ de Gun. Si lo que querías es ver esto, la peli pierde todo su interés tras estos primeros 3 minutos.

Excepto por una cosa: si estamos hablando de este film hoy, es porque transcurre en el presente año. ¿Cómo es el 2017 de estos tebeos y película?

Pues, básicamente, la vida es parecida a la de igual que el de ahora. No hay grandes avances científicos. La gente no tiene implantes ciberníticos, ni armas futuristas. Eso sí: nadie se conecta a internet, algo que ya existía en 1996 y que estaba en pleno crecimiento. Pero bueno: quizá no le vieron mucho futuro. O quizá la ha prohibido el gobierno.

Porque el 2017 de BarbWire tiene otra gran diferencia: ha tenido lugar una nueva guerra civil americana en la que han ganado algún tipo de estado opresor. Intuimos que sureño, por los uniformes. En la última ciudad libre, Steel Harbor, vive Barb Wire (Pamela Anderson), una mercenaria y empresaria (tiene un bar) que es, supuestamente, dura de pelar.

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Barb se ve involucrada en una trama para conseguir que una espía rebelde, luchadora por la democracia, cruce la frontera. Buenos y malos confluyen en bar que ella regenta, uno de los pocos sitios donde la gente puede soltarse el pelo un poco, con música en directo, mucho alcohol…. Y nada, para arriba, para abajo, unos buscando a esta chica y otros tratando de esconderla. Y la Barb pegando tiros a diestro y siniestro y haciendo fantasmadas varias.

Decir que la peli está al servicio de la Anderson es exagerar. Su personaje descansa en la oficina en corsé, maquillada siempre con una puerta, recibe a cualquier extraño con una toalla tapándonos los encantos, se disfraza de puta con uniforme fetish… Cada escena tiene un nuevo modelito de la Anderson, con las excusas más peregrinas (o a veces sin ellas) para que esta se cambie delante de nosotros y nos enseñe los encantos que Dios y un cirujano le proporcionó.

El director procura plantarnos el culo en primer plano varias veces, y la mayor intriga del film es saber si sus enormes tetas acabarán escapándose del susodicho corsé. En demasiadas ocasiones, el film parece un porno en la que nos quedamos sin el polvo consiguiente..

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En realidad, Pamela no tuvo ninguna oportunidad. Más que una actriz, era un chiste, un tema de conversación con el que soltar un par de risas en la oficina. Era famosa sí, pero por cualquier cosa menos su carrera como actriz. Llevaba años cultivando su imagen de groupie tetona celebrity de Los Angeles y así fue la cosa en taquilla: si querías verla desnuda, mejor te comprabas alguna playboy o el vídeo en el que tenía sexo con Tommy Lee. De hecho, el susodicho vídeo tuvo bastante más difusión que este film , que se hundió rápidamente en taquilla.

Tampoco es que tuviera mucho material con el que trabajar todo el registro del personaje consiste en hablar entre susurrines con one-liners que no terminan de calar (“no me llames nena”) y lucir un vestido tras otro en el que enseñar sus enormes pechos siliconados.

Un film aburrido y mediocre, que es imposible tomarse en serio por lo flipado y fantasma que es, pero que tampoco da para reírse demasiado. Para el fan queda un reparto de nombres conocidos de secundarios (Clint Howard! Udo Kier!) entre el que destaca… Jack Noseworthy, EL TÍO DEL VIDEOCLIP DE ALWAYS DE BON JOVI. El que se lo monta con Felicity. ¡ESE!

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El pinchazo de la película acabó con las posibilidades de Pamela de convertirse en una actriz rentable, y también de que el resto de películas del universo de Dark Horse se realizaran. Adios a Ghost y a X. O no: cualquier día vemos a alguna empresa forzando a cualquier precio un “universo cinemático Dark Horse”.

Eso sí, el film cobró una nueva vida en el mercado doméstico. ¿Se convirtió, acaso, en una película de culto? Ni mucho menos: Polygram editó la cinta con 11 minutazos de despelote de Anderson, convirtiéndola, definitivamente, en material masturbatorio para chavales sin edad de comprar sus primeras revistas. Y hey: Pamela ayudó a que despegara la carrera de Sonia Madoc, su doble hispana, que luego formó parte de las geniales Sonia y Selena. Solo por eso tenemos que quererla.

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